Dos científicos sociales a la búsqueda de un país

En noviembre de 2022, con ocasión de la 18a Feria Internacional del Libro, un manojo de presentaciones formalizaba en el histórico catálogo de Monte Ávila Editores la colección Biblioteca Mario Sanoja e Iraida Vargas. Principales homenajeados ellos mismos del ya consabido evento cultural, la atmósfera toda parecía imbuida por el peso descomunal de una obra escrita a cuatro manos, dos conciencias y un afecto único por el país.

Su caudaloso legado intelectual no podría limitarse, sin embargo, al abrumador registro de una centena larga de publicaciones. Nadie que se hubiera introducido durante el último medio siglo en un proceso investigativo sobre nuestro país, tuviera este carácter histórico, social, cultural, económico o ideológico, podría haber pasado por alto estas referencias. El legado de Mario Sanoja Obediente e Iraida Vargas Arenas resulta inagotable en la medida en que ha sido sembrado, mediante una incansable labor pedagógica, en varias generaciones de estudiantes.

Adicionalmente, el ámbito en el que esta pareja de científicos sociales desarrolló su trabajo de campo incluye singulares aportes en las áreas antropológica, arqueológica, etnológica, histórica, sociológica y patrimonial, a través de una colaboración de 60 años, en la que, si no siempre rubricada por ambas firmas, su obra pareció retroalimentarse de modo constante.

Monte Ávila Editores “formalizaba”, decíamos, en noviembre pasado una colección con su nombre, si bien constaban ya en su registro editorial las obras ‘Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos’ (1974), ‘Razones para una revolución’ (2004), ‘Revolución Bolivariana: historia, cultura y socialismo’ (2007), ‘El humanismo socialista venezolano. Notas para el debate’ (2008) y ‘La Revolución Bolivariana’ (2015), además de ‘Los hombres de la yuca y el maíz’ (1981) y ‘Resistencia y participación. La saga del pueblo venezolano’ (2007) dos de los cuatro títulos con los que, en llamativo diseño, quedará lacrada la Biblioteca Mario Sanoja / Iraida Vargas, agregando ‘El agua y el poder: Caracas y la formación del estado colonial caraqueño 1567-1700’ y ‘Venezuela en su camino hacia el socialismo’.

Se trata de una obra de índole excepcional, que evidencia en su pluralidad temática la asombrosa versatilidad de sus autores. Estos títulos abrevian una exploración de cinco siglos en la que se arrojan luces –nunca dicho con mayor propiedad, en la medida en que se proponen renovadas lecturas e interpretaciones de las teorías habituales–, sobre la esencia, la historia y el sentido de un pueblo que hoy y siempre ha requerido reafirmarse.

‘El agua y el poder…’ es una revisión del mito fundacional a partir de un completísimo estudio que abarca el sondeo arqueológico, el análisis sociohistórico y la exploración documental, a propósito de las fuentes naturales de agua y cómo debió organizarse la incipiente sociedad colonial a partir de su ubicación en el Valle de Caracas.

Su contenido, prolijo en cuanto a datos, comparaciones y evidencias gráficas, se convierte en un argumento cuyo propósito detona mediados dos tercios de su lectura. Ningún detalle nos escatiman los autores: desde la descripción de la espiritualidad humana hasta las elucidaciones sobre armamento, vestimenta y técnicas de construcción castellanas. Disquisiciones sobre la gastronomía y el transporte de la época resultan igualmente pertinentes para comprender las motivaciones de aquellas gentes para, en su proceso de eventual convivencia –no siempre ni necesariamente belicosa–, definir la configuración del nuevo asentamiento, lo que será la ciudad de Santiago de León de Caracas.

Entonces allí, a través de una facción que aplica la lógica colonizadora, tienen su origen los nexos con un devenir que se proyectará en el futuro: “Las relaciones de poder entre los mantuanos y el resto de los otros sectores de la sociedad –que constituían el 98.6 % del total– estaban caracterizadas por una confiscación total de los derechos civiles de la mayoría empobrecida a favor de la minoría dominante, situación que no ha variado sustancialmente hasta la época actual, impidiendo el desarrollo de una verdadera sociedad civil”.

La obra ‘Venezuela en su camino hacia el socialismo’ toma la posta donde el libro anterior la ha dejado, analizando a través de cuatro ensayos el concepto de cultura como base estructural del pensamiento político, social y económico. Si la premisa es cierta, a cuya demostración dedican buena parte de su interpretación, ha sido el orden burgués el que a través de la dinámica histórica define las pautas del ordenamiento social así como las condiciones para que todo intento de modificarlas sea atajado desde adentro:

“El bajo nivel estético, moral e ideológico que posee la cultura masiva es consecuencia de su función social, que consiste en tratar de lograr la subordinación de los individuos al sistema social existente, su inclusión en la relación social y las funciones que tienen en tal sistema y no en su desarrollo libre. Por tales razones, la cultura masiva no sirve a la humanización del sistema social, pero sí a la socialización de los individuos, lo que produce su forzada adaptación al sistema”.

Lo que enseguida corresponde tratar es a través de qué mecanismo este orden burgués puede ser modificado. La reflexión sobre el desarrollo de una “cultura socialista” o una “cultura de la paz” parten de la historia contemporánea para graficar mejor el proceso. La amplia y compleja teoría sobre un socialismo bolivariano aplicado a la realidad exigen un esfuerzo que arrolla en magnitud al de un simple programa de gobierno.

El tercero de estos volúmenes, ‘Resistencia y participación…’, de Iraida Vargas, comienza con una delimitación de los llamados “bloques históricos”, según la etimología de Gramsci, concepción que aplica la autora para ilustrar la forma en que se ha venido distribuyendo la hegemonía del poder a lo largo de la historia, y evidenciar el carácter alevoso en la acción de las clases dominantes. Dedica Vargas un largo capítulo al repaso de la institucionalización del estado burgués en el siglo XX, por concurso, en primer lugar, de la dictadura y las pautas desarrollistas de Pérez Jiménez y, más tarde, del “puntofijismo”. Desde esta perspectiva se podrá comprender cómo, a pesar de la férrea contumacia de la clase dominante, existirá a escala la manifestación de una cierta “resistencia” en el ámbito popular, resonancia de aquellas primigenias rebeliones de negros esclavos y grupos indígenas:

“Si hiciésemos una evaluación de su resistencia y sus luchas podemos notar cómo se incrementaron las formas de resistencia cultural y las protestas populares, cómo persistió la solidaridad social como valor en los barrios, cómo no se rompieron los lazos comunitarios tradicionales para convertirse en una masa anómica, cómo se manejaron las pautas y tradiciones sociales como armas de resistencia; cómo, en fin, la población venezolana combatió denodadamente contra gobiernos e imperios hasta llegar hoy día a esta nueva era de la esperanza por un mundo mejor”.

Entre las formas de resistencia de las clases populares que la autora define en este ensayo inscribe la sutileza y la ambigüedad, una suerte de renuencia caprichosa que reinterpreta el concepto clásico: “Se combatió con armas ordinarias y cotidianas: sabotaje, falsa aceptación, disimulación, chistes, bromas. La aplicación de tales armas no requería de planificación ni coordinación; se presentaba dentro de confrontaciones simbólicas con la autoridad y en contra de las normas de los dominadores…”. En ellas se encuentra el germen de unas ciertas “condiciones presocialistas”, que son todo el impulso que requiere y justifica a la Revolución Bolivariana.

Finalmente, ‘Los hombres de la yuca y el maíz’, de Mario Sanoja, es un asombroso estudio, a la manera del que realizara Mark Cohen (‘La crisis de los alimentos en la prehistoria. La superpoblación y los orígenes de la agricultura’), pero aplicado por primera vez a las culturas prehispánicas. Profusamente documentado, las tesis del autor centradas en la cultura como determinante de la vida humana ya son expuestas en esta temprana obra de los años 70.

Prensa Carlos Cova/ÚN