Yurimia Boscán representa para mí y quizás para no pocos de los aquí presentes, una maestra, con todo lo que esto significa, tiene mi estima y respeto. Como tal, la tarea que me ha impuesto, la hago algo tarde para mi gusto, y como suele suceder en mi caso, la empiezo a hacer hoy, una semana antes del día en que me ha fijado para la entrega, lo cual, sin duda, aumenta mi emoción, y me dispone, con extrema cautela, a poder ofrecer una breve presentación, como suele ser en las ferias de libros, que sea al mismo tiempo, una invitación sustantiva a leer ese hermoso libro que hoy nos convoca. Veamos.
Desde hace un tiempo, debo precisarlo, en la víspera de mi ingreso a la universidad, y quizás un poco antes, acaso unos tres años, cayó en mis manos la bella historia de Siddharta Gautama escrita por el extraordinario Herman Hesse, sin duda ese fue un detonante para interesarme por el mundo oriental, y un poco más, intentar con el yoga, lo cual, sin saberlo, como suelen ser la mayoría de las vivencias más significativas de la vida, a los primeros enamoramientos… esta historia, algunos pensarán que no viene al caso, pero sí porque de esta manera llegó también, con más fuerza y de manera inevitable, la poesía que ya venía coqueteándome…
Mi interés por el yoga me condujo del budismo al taoísmo y un poco más allá, sin dejar de ser católico… y me fui adentrando en el amor, es decir, en la palabra como práctica religante, en su exploración. Y de esta manera digamos que fui aprendiendo que la poesía y su determinación en el poema venía marcada por ciertas tradiciones que, sin embargo, a pesar de muchas objeciones que podamos encontrar, no deben ser una camisa de fuerza para la exploración a la que invita.
Así, puedo entender que quizás algunos aforismos son poemas y que una epístola es un bello poema en prosa, que un rubaiyat es un desafío para el pensar y al mismo tiempo una oración, que un sutra y un mantra son también formas poéticas inigualables, y de allí caigo en los haikús, los que, debo confesarlo, algunas vez pensé tan herméticos y tan paradójicamente iluminadores como el Tao Te King y el I Ching. Por su parte, la tradición del haikú, es bueno recordarlo, se despliega especialmente durante el siglo XVII en Japón, desde entonces no ha perdido su contemporaneidad. Pienso por ejemplo, en los desafíos de Ezra Pound (1885-1972), de quien he tomado, hace unos años atrás, para mi poema: Abren el portal, su haikú más conocido: In a Station of the Metro: The apparition of these faces in the crowd; Petals on a wet, black bough, es decir: La aparición de estos rostros en la multitud; Pétalos en una rama oscura y húmeda.
El haikú es una síntesis no abstracta, figuración sublimante de una intuición que se despliega ante el ser. En Venezuela, lo recordaba Joel Linares en una oportunidad, tenemos algunos representantes conocidos, entre ellos, él citaba, lo recuerdo, a nuestra estimada Wafi Salih y al poeta Freddy Yañez.
Cuando la versión digital de este libro de Yuri llegó a mis manos, reconocí que algunos de los balbuceos que yo mismo había publicado en mi cuenta de Instagram, bien cabían en esa definición. Creo que ese es el primer mensaje de dicho libro: el haikú es, más allá de lo que ya mencioné, como todo poema, condensación del sentido de lo que se desea expresar, y Yuri nos invita a explorarlo de la manera más sencilla que se pueda, yo agregaría aquí, de la forma más honesta, pues su público, el más exigente de todos, son las niñas y niños, y Yuri lo hace.
Valga entonces decir aquí que con la autora de la que hablo, tuve el privilegio de realizar un taller on line en plena cuarentena sobre la casa, y agrego, las regiones de la intimidad que esto representa: éramos dos hombres en medio de una cantidad considerable de mujeres poetas, el desafío para mí fue grande, hermoso, porque escuchar a Yuri es todo un honor, ella habla con esa voz que viene de los bosques, de la intimidad del hogar, y nos invita a recorrerlos, entregándose ella misma al desafío del decir.
Así, cuando me encomendó la tarea, no lo dudé, abrí la versión en pdf de su libro de haikús, y dejé que me transportara. Cuán mágico fue poder hacerlo, o mejor dicho, qué manera tan mágica
le puso Yuri a enseñarme a ver, porque de eso trata, creo yo, la poesía, lo he dicho ya en otro lugar, también en Instagram, por cierto, tiene la tarea deshabituar el sentido, la manera que tenemos de observar-nos, teniendo en este caso, la naturaleza como fuente de inspiración, tema que, como seguramente ella lo sabe, me apasiona.
Por otro lado, otra confesión, un día después de iniciada esta breve redacción, le hice unas preguntas a Yuri, inmediatamente me respondió enviándome un breve prólogo junto a una explicación un pelín más extensa sobre su acercamiento a los haikús, del primero extraigo lo siguiente, no sin antes, hacer un esfuerzo por respirar y que las palabras no se me ahoguen con lo que produce en mí el testimonio de Yuri:
“Y un día, ya habíamos visto todo. O eso creía mamá.
Era una mañana luminosa cuando me dijo que ya había anotado todo lo que existía fuera de su casita: el sol, el cielo, las nubes, el jardín, las flores… Yo sonreí y le dije: “No, viejita, ahora nos toca observar las cosas pequeñitas, pequeñitas…”
Así nació este libro con su carga mística y su espíritu zen, que nos permitió conectar con el momento presente, ese soplo sobre la hoja que tanto se parece a la mirada fugaz de la propia vida…
Mamá ya no leerá este libro, pero todo él lleva un poquito del asombro de sus ojos…”1
De la segunda:
“la poesía breve no fabrica cadencias. Ella es apenas un destello sobre el agua y, como todo destello, ilumina y ciega. Solo la oscuridad de la pausa, restituye su luz.
De igual modo, toda miniatura poética ofrendada como revelación, debe ir seguida del silencio del pensamiento. Tanto, que en las sociedades orientales, silencio y tiempo, como elementos necesarios para pensar la imagen, prosiguen a un haikú, concebido como una iluminación del poeta”2
Los haikús de Yuri, como veremos a continuación desde su propia voz, son un despliegue de pedagogía, y tomando el título de Morris Berman, un “reencantamiento del mundo”, pero agrego, para eso, debemos estar dispuestos, como nos lo sugirió Hanni Ossott, a leer poesía, y dejar que ella resuene en nosotros, donde tiene que hacerlo, en el corazón.
No tengo más sino agradecer a Yuri por haber escrito esta obra tan maravillosa, y por haberme invitado a estar aquí, compartiendo este desafío con ustedes e invitarlas e invitarlos a leer estos haikús de Yuri y a leernos desde ellos, pues aunque se diga “para niños”, no olvidemos que el poeta para que sea tal, debe estar dispuesto a volver a sentir, a asombrarse, como un niño. Asumo el riesgo ahora de intentar un haikú, quizás no lo sea, pero es mi manera de agradecer a Yuri por la invitación:
Hierba silencio
sonrisa
de pájaro
Ahora, dejemos, por favor, que Yuri nos deleite con sus Haikús.
Muchas gracias. Bendiciones para todas y todos.
Benjamín Eduardo Martínez Hernández