«En primera», Tres evocaciones y una anécdota

Me encontré con Ennio en la Filven 2024, en el mes de julio, en Caracas. Me muestra su novela y le digo:

—El título debe hacer referencia a Alí Primera.

—No está del todo mal tu asociación, —me responde.

Y es que conocí a Ennio en Falcón, relacionado con amigos que escuchaban, con entusiasmo de la tierra propia, al Cantor del pueblo, como le llamamos. Efectivamente, como no podía ser de otra manera, en varias ocasiones aparecerá Alí Primera a lo largo de la obra.

Al leer la novela entendí la referencia más directa a la primera velocidad del carro en el que se hace el viaje que acompañaremos.

La tercera evocación del título es el tipo de narrador: se trata de un narrador en primera persona. Marcha primera, narrador en primera, Alí Primera…. Tres evocaciones para arrancar.

Se trata de una novela casi autobiográfica. La ficción no está demasiado alejada de la historia personal vivida. Los que algo conocemos a Ennio pronto descubrimos estas improntas. La geografía que recorre la novela es precisa. No hay recreaciones con nuevos nombres, ni invenciones simbólicas u otras estrategias de novelista. Desde Coro hasta Mérida, las rutas posibles y los pueblos, paradores, alcabalas, puestos de control y vías que se recorren están ahí, presentes en la memoria del venezolano occidental que alguna vez ha realizado estos mismos recorridos. El relato construido en tiempo cronológico lineal se ve interrumpido en algunas ocasiones por recuerdos. En una de ellas se evocan los tres viajes anteriores a Mérida, una de ellas pasando por la turística ruta de montaña: Mucuchíes, Pico Águila, etc.; y las otras por la más expedita Costa Oriental del Lago: Ciudad Ojeda, Lagunillas, hasta llegar a El Vigía.

Así que, por la implicación del autor en el relato y por la manera de afrontar la geografía venezolana, bien podría realizarse el abordaje del texto desde su consideración en clave de crónica de un viaje, incluidas las peripecias y percances sufridos por los protagonistas, hijo y madre, narrados en la voz del hijo. Salen de Coro y, casi 40 horas más tarde, llegan a su destino en Mérida. El texto acompaña el viaje realizado en un Volkswagen con problemas mecánicos, con algunas dificultades adicionales y diversos “encuentros salvadores” para seguir andando.

Un importante recurso del relato es la incorporación como personaje secundario del propio automóvil —el Vochito—. La equiparación a las hijas, “como un tercer hijo”, las caricias al tablero y al volante, y las palabras dirigidas a él, lo hacen ver como compañero imprescindible del viaje. Ahí van los tres inseparables: el hijo, la madre y el Vochito, haciendo el mismo trayecto.

Pensemos en el día 27 de septiembre de 2013, a las 5:15 de la mañana, como el instante preciso en que arranca el carro, para finalizar el recorrido a las 8:10 de la noche del día siguiente. Un viaje previsto para alrededor de mil kilómetros y 14 horas que dura casi 39.

Es importante esta precisión temporal, que se irá definiendo como tiempo de CRISIS, tema clave de la obra en doble o triple perspectiva: sociopolítica, de pareja y existencial. “La crisis comenzó mucho antes…” es el modo como comienza la novela. Y termina haciendo referencia a esa misma crisis personal: “Yo estoy golpeado…”. El Volkswagen emprimerado es el símil que ilumina la propia vida y la del país que somos, “accidentado y entrañable”.

Por lo que se refiere a la crisis sociopolítica —y es quizás el aspecto que cobra más relieve a lo largo del relato en cuanto al volumen de texto dedicado—, podría considerarse el texto de Ennio, ahora sí, como una novela social, histórica y testimonial de época. Revela muy bien y con muchos detalles, las vivencias cotidianas del pueblo venezolano del occidente del país en estos años más duros de la crisis.

Refleja, sobre todo, la fe inquebrantable de un pueblo arraigado en la cultura de la solidaridad y el buen humor en medio de todas las crisis: un amigo de trabajo recibe en su casa a los accidentados y ayuda a seguir el camino, unos desconocidos auxilian en una bomba de carretera para componer un caucho sin aire —confieso que no entendí el truco de camionero— y ayudan a arrancar el carro empujando, otros desconocidos informan con precisión de la situación de peligrosidad en la vía….

El relato no deja dudas del predominio de la voz de varón venezolano popular al tratarse del tema de la mecánica automotriz. ¿Quién de tales sujetos no ha hecho sus pinitos de reparación de carros —al menos en su juventud— cuando consiguió su primer vehículo con varios miles de km a cuestas? ¿Quién no empleó más de un fin de semana bajando motor o caja, revisando frenos y cauchos, aplicándose en la latonería y pintura…? ¿Quién se apunta a eso de reparar sin herramientas adecuadas, solo con lo mínimo? Así está nuestro protagonista, sin el destornillador ni el alicate, ni las necesarias llave de 9/16 y media, ni mucho menos el gato, tratando de reparar su carro. Claro, como es habitual en esta realidad, no está solo, otros acuden en su ayuda y algo resuelven.

Agreguemos a la consideración de lo popular venezolano de los protagonistas el recurso a la música. En varias ocasiones se hace referencia a ella. La pareja va cantando por el camino diversos temas que ambos conocen, dándole relieve a la música de la nueva trova cubana, Alí Primera, y otras músicas latinas. En un pasaje del relato se vuelve a Alí Primera, y se recuerda la emotiva letra de su canción Flora y Ceferino, crítica perspectiva de un cristianismo distinto, de una salvación distinta, la de la conciencia social transformadora: la inocencia no mata al pueblo, pero tampoco lo salva; lo salvará su conciencia…. Así como los protagonistas se entretienen cantando, así se le pasan al lector acucioso las horas como sin darse cuenta. Y no quedan dudas por el camino de la corriente de pensamiento social a la que pertenecen estos seres que se van haciendo próximos.

La relación madre-hijo es un rasgo más que define a este ser hombre venezolano popular. El hombre-hijo vuelve a la madre. Algún teórico se ha referida al modelo familiar venezolano como familia matricentrada. Cuando la relación de pareja entra en crisis, el hijo vuelve. No me detengo en esto, un asunto de interesantes y también debatidos planteamientos que escapan a mi ensayo. Tan solo apunto que el modo de relación madre-hijo que surge en el transcurso del relato se percibe mejor bajo esta mirada atenta a la relación del hijo que vuelve.

Las conversaciones entre madre e hijo ahondan en las perspectivas de las crisis, en plural: tanto la de pareja, de la que el hijo comparte vivencias y decisiones dolorosas y la madre empatiza con el hijo y ofrece palabras valorativas y de ánimo; como la del país, de la que ambos comentan sobre sus propios trabajos, él como editor, ella como acompañante por parte del gobierno de los procesos de transformación agraria, con la mirada en los pequeños productores y la eliminación del latifundio. A la afectuosa relación del hijo con sus niñas también se dedica más de un recuerdo y conversación. Siendo varón popular, el protagonista ha pasado por la auto revisión cultural del machismo imperante; así pues, su modo relacional con las niñas es cálido, tierno y atento.

Desde claves humanistas y desde el lugar de los pobres, se emiten juicios generosos sobre los malandros, poniendo en consideración la razón de su actuar. Opiniones de los protagonistas, vertidas justamente tras haber corrido el riesgo de ser asaltados pueden ponerlos en el papel de “comeflores”, pero no invalidan los principios de fondo que el relato quiere comunicar.

La madre es situada como mujer de tradición socialista empeñada en la transformación del latifundio, implicada de lleno en la revolución chavista. Del hijo se cuenta, entre diálogos y recuerdos, su vida familiar, su inicio en la vida de pareja, la relación afectuosa y tierna con sus dos hijas, su crisis, y su trabajo como editor artesanal en Coro, cercano a los procesos populares de edición inclusiva que, históricamente tuvieron su boom en el país con la Librería del Sur y la editorial El perro y la rana, en la década 2005-2015.

Obviamente, se trata de una novela con mirada chavista: sus protagonistas lo son. Ahora bien, la cronología concreta del viaje está asentada sobre la crisis; así que escucharemos la voz de dos chavistas populares que viven cotidianamente la crisis. Me atrevo a decir que es una excelente novela testimonial desde clave chavista, con el realismo de una clara voz de hombre popular. Hay muchos otros textos, incluidas novelas, desde la mirada opositora o incluso desde el exilio. Pero no son tantos, según creo, los escritos con esta perspectiva popular chavista mirando y viviendo de frente la crisis cotidiana en Venezuela.

En primera es una novela que no es larga en extensión. Su argumento es sencillo, evitando toda complejidad en la trama. Aunque por momentos corre el riesgo de repetirse en el camino o volverse narrativa trivial, al encontrase con circunstancias semejantes y situaciones ordinarias, no por ello llega a cansar. Al lector le sucede como a los protagonistas: la mirada atenta al destino, hace pasar por poco los percances del camino. Para quien ha conocido de cerca la coyuntura venezolana a la que se refiere la obra y los grupos sociales a los que remite, el texto puede resultar predecible: ya imaginamos lo que va a ocurrir porque eso mismo lo hemos vivido. La ventaja de esta predecibilidad es que logra atraparnos como lectores: somos parte de eso narrado.

Puedo afirmar sobre la novela que cumple con un doble objetivo comunicacional, según creo. En primer lugar, la novela permite recocernos en la crisis, no podemos escondernos de ella. Y, en segundo lugar, diría mi vecino, “palante es pallá”, aunque sea en primera, decimos ahora con Ennio. Día tras días, momento tras momento, tal y como cierra el texto. No hay depresión, no hay autoengaño.

Finalmente, y a diferencia de la crónica, el símil de la vida con el carro en crisis, anunciado paso a paso y hecho explícito en el último párrafo de la obra, le da al relato un sello de originalidad y densidad existencial que de otro modo no tendría.

Suficiente he dicho. Le toca al lector hacer su ruta.

Por Tomás Martínez Sancho.

Tomado de: Cultura Barrio