Capítulo 13
MANUEL VICENTE SANTA ANA: «La verdadera Doña Bárbara se llamaba Pancha Vásquez».
Se ha escrito tanto y tanto sobre los personajes reales que inspiraron a Rómulo Gallegos, y abundan las anécdotas y relaciones en numerosos juicios a su obra. Quizás la novela “Doña Bárbara” resulte el mayor de los tesoros sobre estas comparaciones, por tratarse del más famoso de sus libros, y por su condición extraordinaria de relato inspirada en el llano, su geografía y sus misterios. Se dice que fue en aquel apartado pueblo de Villa de Cura, donde el Maestro Gallegos inicia su tránsito hacia el mundo desconocido del llano, por el que siente gran motivación, y que le inspiraría a seguir en la gran búsqueda hasta su llegada al Apure. No debe olvidarse la existencia de Villa de Cura y sus paisajes de sabanas en la vida del Maestro Gallegos. Tierra caribe de rutas ganaderas y agrícolas, cuya fundación se inicia en el año 1717, y que es sitio de origen de sus padres, dedicados al comercio en el lugar: Rómulo Gallegos Osío y Rita Freire Guruceaga. Él conoció bien en ese tránsito juvenil a la famosa Villa y a sus grandes haciendas, y supo allí de la relación con los llaneros del bajo y del alto Apure.

Uno de esos personajes de la vida real, allegado a Rómulo Gallegos, y de quien estaría eternamente agradecido, fue aquel hombre, a quien se conoció como Antonio José Torrealba, y que aparentaba algo más de treinta años de edad cuando lo vio por primera vez. El renco Torrealba, como algunos le decían, fue caporal de sabana, y principal informante del escritor caraqueño que aparece en su novela como el famoso Antonio Sandoval. Así lo revela el Maestro Gallegos entre sus notas publicadas en 1954:
“En el hato La Candelaria de Arauca, conocí también a Antonio Torrealba, caporal de sabana de dicho fundo -que es el Antonio Sandoval de mi novela- y de su boca recogí preciosa documentación que utilicé tanto en Doña Bárbara como en Cantaclaro. Ya tampoco existe y en su memoria le rindo homenaje por la valiosa colaboración que me prestó su conocimiento de la vida ruda y fuerte del llanero venezolano…”
De Antonio José Torrealba, hijo de la india otomaca Josefina Vinicia Ostos, nacido en San Miguel de Cunaviche, un año antes que Rómulo Gallegos, el 17 de enero de 1883, provienen los famosos cuadernos del “Diario de un llanero”. Sostiene el investigador universitario, Edgar Colmenares del Valle, que personajes como Melquíades Gamarra, Balbino Paiva, Carmelito López, Genoveva, el mocho Encarnación, Pajarote, el viejo Melesio y otros, encuentran su motivación y su alter ego en los manuscritos de Torrealba. Así mismo, con relación al personaje Marisela, sostiene Torrealba su propia visión. El “Diario de un llanero” lo constituyen decenas de cuadernos llenos de coplas, cachos, corridos y un sinfín de testimonios que afortunadamente, gracias a las gestiones y compromisos de Edgar Colmenares del Valle, y mediante acuerdo entre la Universidad Central de Venezuela y la Gobernación de Apure en 1983, además del aporte de muchos colaboradores personales, finalmente se llegó a publicar en varios tomos. Se cumplía un siglo del nacimiento de aquel gran cunavichero. Yo me cuento entre los dichosos beneficiarios de la edición que apoyamos cientos de venezolanos para que se hiciera realidad, como una forma de honrar al extraordinario escribiente del llano, y principal informante del Maestro Gallegos, que falleció en el mismo pueblo de Cunaviche un 14 de julio de 1949.
Y así, como Antonio José Torrealba, existieron otros seres en los que Rómulo Gallegos se fijó para recrearlos en su obra, tal es el caso del dueño del hato “La Rubiera”, Francisco Mier y Terán, que pudo transformarse en su personaje novelesco Lorenzo Barquero, aunque Ricardo Montilla, su gran amigo, llega a sostener que Lorenzo Barquero podía resultar el reflejo del médico Carlos Segundo Bremón, paisano suyo de la población de El Sombrero. Además afirma, que los Luzardo y los Barquero son los Manuit y los Belisario del pueblo de Chaguaramas del estado Guárico. También sostiene Ricardo Montilla que en Chaguaramas habitaba Flor Manuit, quien podría representar la reencarnación de Doña Bárbara, y a la que el gran Maestro conoció, así como tuvo cercanía con aquella muchacha de Charallave llamada Benicia, que estaba al servicio de su esposa Teotiste, y en la cual el autor se inspiraría para recrearla en su famosa novela, como la Marisela de toscas frases. El caporal Antonio José Torrealba, en alguna entrevista, habla de la bella Marisela Hortelano como motivo de inspiración para componer un famoso pasaje del llano, y es así como hoy dicen los músicos «Tóquenme una Marisela», sin imaginar que ese nombre viene de la existencia del personaje femenino de Gallegos, “más arisca que un báquiro”. Esa es la catira que resultó la hija no deseada con Lorenzo Barquero en las sabanas de La Candelaria apureña, y que se nombra por primera vez en el capítulo “La Bella Durmiente” de la novela “Doña Bárbara”. Muchos seres vivientes motivaron a Rómulo Gallegos en la imaginación de su gran obra, de eso se ha escrito mucho, pero existe una mujer que jamás conoció, y que se ha transformado en leyenda como la encarnación verdadera de Doña Bárbara. Se llamaba Francisca “Pancha” Vásquez, nacida entre Colombia y Venezuela, y a quien trató muy de cerca el poeta Andrés Eloy Blanco. Al referirse a ella, en un escrito suyo, lo hace de esta manera:

“Y Doña Pancha era fea, oscura, casi negra. En su juventud quizás fue hermosa y juncal; ahora se había puesto gruesa, muy gruesa… A pesar de sus carnes, Doña Pancha era un jinete extraordinario; y la pistola en sus manos era la prolongación de un ojo. Sin detener el gran caballo piñalero al galope, tendió el brazo, disparó, y arrancó en vilo, del tope de una palma seca, un gavilán caricari. Pero, con todo, no era más que eso, que vivía allí: una mujer que tenía que defenderse, sola en aquel medio, y que para defenderse tenía que agregar a su valor personal una serie de leyendas acerca de sus poderes ocultos y sus cordiales relaciones con lo sobrenatural. Por lo demás, una infeliz mujer oscura y fea, a quien los rábulas robaban y los Presidentes de Estado explotaban a gusto”.
Un miércoles 20 de mayo del año 2015, en alguno de mis recorridos al estado Apure, me propuse abordar sobre este tema a Manuel Vicente Santana, nacido en Mata de Totumo, Elorza, el 19 de julio de 1937, curiosamente el mismo año en que Rómulo Gallegos publica su quinta novela, “Pobre Negro”, mucho tiempo después de dar a conocer desde Barcelona, España, a “Doña Bárbara”, a partir de un 15 de febrero de 1929, con un tiraje de dos mil ejemplares. A esta obra prestó mucha atención un jurado donde estaban presentes José María Salaverría, Gabriel Miró, Azorín, Pedro Sainz, Joaquín Pérez Ayala, Enrique Díez Canedo, Ricardo Baeza y Eduardo Gómez de Baquero. Ellos allá, en España, la seleccionan como el mejor libro del mes.
Sigo con este hombre de setenta y ocho años, Manuel Vicente Santana, quien vino al mundo diez años después de la visita de Rómulo Gallegos al Apure. Asegura que la verdadera Doña Bárbara fue “Pancha” Vásquez, y que ella «fue nacida en El Viento», cuando en aquella época la mitad del pueblo era de Colombia y la otra de Venezuela. Dice que nació en la parte de Colombia y que fue hija de Doña Rosa Zapata y de Don Ramón Vásquez Landaeta. Don Ramón era hijo de padres africanos, pero de nacionalidad colombiana, y pertenecía a una familia pobre, pero honrada. Don Ramón, cuando se casó con Rosa, ya tenía un hijo varón llamado Jesús María, el cual engendró con su primera esposa Mercedes Escobar, nacida también en El Viento, pero de la parte de Venezuela. Don Ramón fue peón de un hato de gente rica llamado El Socorro, situado a pocos kilómetros de El Viento, al suroeste de la parte colombiana, y cuyo dueño era un hombre de origen español. Después del fin de la guerra federal, ese español regresa a su país y nombra a Don Ramón encargado del hato, por ser su peón más querido y de gran confianza, pero él no regresó nunca de España y Don Ramón administra el hato como si todos los bienes le pertenecieran. Al correr los años muere su esposa doña Rosa Zapata, y queda solo con sus dos hijos, Jesús María Vásquez Escobar y Francisca “Pancha” Vásquez Zapata. Don Ramón decide vender el hato que le había dejado el español, negociándolo a cambio de otros tres hatos del otro lado del río Arauca, hacia Venezuela. Esos hatos se denominaban Mata de Totumo, La Ceiba y Las Palmeras. En uno de esos hatos, Mata de Totumo, fue donde nació el informante que encontramos en Elorza, Manuel Vicente Santana.
Me cuenta este hombre de piel morena, que usa siempre sombrero y un par de anteojos de aumento, que aquellos hatos prosperaron con muchas riquezas y tenían tantas bestias que el tiempo de un año era insuficiente para llegar a herrarlas a todas. Allí se casaron los hijos de Don Ramón. Jesús María Vásquez Escobar se casó con una muchacha llamada Cinercia Rodríguez, y procrearon una hija hembra y un varón llamados, respectivamente, María de Jesús y Jesús María. Por su parte, Francisca “Pancha” Vásquez se casó con Pedro Emilio Carrillo, y también concibieron una hija hembra y un varón, quienes llevaban por nombre Zoila Gregoria y Justo Emilio. Muere Don Ramón y quedan los hermanos, Francisca “Pancha” Vásquez y Jesús María Vásquez con todas las riquezas, pero al poco tiempo muere Jesús María Vásquez Escobar. Doña Francisca Vásquez, mejor conocida como “Pancha” Vásquez, le quita los niños a su cuñada Cinercia Rodríguez y los cría a su manera, pero también ella pierde a su esposo Pedro Emilio Carrillo y queda viuda, teniendo a cargo a sus dos hijos y a sus dos sobrinos, administrando los hatos y al mando de caporales y peones, hasta que Justo Emilio, su primer hijo creció, se hizo mayor de edad y se encargó de los hatos. Zoila, que también se hizo mujer, se casó, pero tuvo la mala suerte de morir durante el parto junto a la hija que llevaba en el vientre. Justo Emilio, que era el único heredero que le quedaba a Pancha Vásquez, también corrió con mala suerte, porque un día muere bajo el peso de su propio caballo en una faena de coleo. Así fue como Pancha Vásquez se hizo tan famosa, porque quedó en la exclusividad de sus manos la totalidad de la herencia paterna.
Trato de resumir lo que me ha leído este Manuel Vicente Santana de ese propio cuaderno, donde tiene anotada, de su puño y letra, la historia que me sigue narrando. Primero murió la mamá de Pancha Vásquez, segundo murió el papá, tercero murió el hermano, cuarto murió el esposo, quinto murieron los dos hijos y ella quedó sola con esa herencia, «y peleando a capa y espada con la gente que trataba de quitarle los bienes», nos dice Manuel Vicente Santana. «Ella defendiéndose hasta la muerte».
Mata de Totumo está ubicado cerca de Elorza, en camino hacia Achaguas en el estado Apure, y la palabra totumo, de origen indígena, viene a designar a un árbol que da un fruto del mismo nombre parecido a la calabaza redonda, pero con la concha gruesa, dura y seca, y de la cual se hacen distintas vasijas domésticas y utensilios de uso cotidiano entre pueblos agrícolas. Justamente, en este libro incluimos una fotografía de Rómulo Gallegos usando sombrero para protegerse del sol y tomando agua desde una totuma, en su célebre recorrido a los llanos de Apure.

De Mata de Totumo viene Manuel Vicente Santana, quien no despega sus ojos de un manoseado cuaderno a líneas que tiene como libro de verdades. Nos hizo ver su enjambre de manuscritos desde el primer momento de nuestra visita, leyendo casi de memoria lo que sabe y lo que ha podido escuchar sobre la célebre “Pancha” Vásquez y su gran fama, que quizás pudo dar origen al título de la novela “Doña Bárbara”. Ese mismo personaje en el que supuestamente se inspiró Rómulo Gallegos, pero que no lo describe como tal.
Manuel Vicente Santana, la retrata entre palabras como una mezcla de negra y de india, mujer recia, de pequeña estatura, nariz chata, labios gruesos, y nos muestra un dibujo que atesora sobre ella, dejando claro que nunca fue devoradora de hombres, ni bruja, ni miserable, ni tuvo pacto con el diablo, como muchos han llegado a imaginar por los pleitos de tierras que se sucedieron con Pedro María Castillo.
Francisca “Pancha” Vásquez salió de Mata de Totumo en medio de un gran litigio. Equipó un bongo de palanca para remontar el río Arauca con destino a San Fernando de Apure, adonde llegaría a defender su honor, pero el destino quiso que un hiriente frío, en las caudalosas aguas, originara ese mal incurable que terminó afectando sus pulmones. Solo alcanzó a llegar a La Trinidad de Arauca, donde le auxilia José Natalio Estrada Utrera. Allí muere y, seguramente en 1922, quedó sepultada en la inmensidad del llano. Se cuenta que el hijo de José Natalio Estrada, que fue un destacado intelectual, escritor, poeta y músico, decidió que su tumba solitaria resultara diferente, y la hizo revestir de negros azabaches. A su lado también dos ángeles negros y una virgen blanca. Aparecería otra compleja historia con el paso del tiempo, pues sin nadie saber ni cómo ni cuándo, profanadores de oficio hundieron su rabia en el sagrado lugar que Manuel Vicente Santana nos describe tristemente, leyéndonos sus recordados manuscritos. «Realmente fue una inmortal y memorable señora del llano», nos dijo al despedirnos, enorgullecido de lo que pudo describir cuando le preguntamos, ¿Puede hablarnos de Pancha Vásquez?