Capítulo 2
GUSTAVO MACHADO: «¡Yo soy comunista!»
«¡Yo soy comunista!».
Esa frase que pronunció Gustavo Machado en acto público celebrado en el Teatro Nacional de Caracas en 1936, al proclamarse discípulo de Marx, Engels y Lenin, es la escogida para titular la entrevista que sigue. Medio siglo después me la repite él mismo y agrega: «Yo soy comunista y un eterno admirador de Rómulo Gallegos».
Me bastaron tres horas en la casa elegida de la 5a calle transversal de Los Palos Grandes en Caracas para entender mejor, desde la ternura, al comunista Gustavo Machado, quien a los 16 años ya tenía unos grillos remachados a sus tobillos en la famosa cárcel La Rotunda. Debió ser en 1914, porque él nació un 19 de julio de 1898 bajo un techo de familias distinguidas por su posición social. Nació en cuna de ricos. «La casa era enorme, con los tres patios llenos de flores, 24 alcobas y un huerto sombreado por chaguaramos…», escribió Plinio Apuleyo Mendoza en las páginas de la revista Élite, año 1958, en un artículo titulado “Machado, de aristócrata a líder rojo”. Gustavo nunca lo ha ocultado.
—Yo nací en una familia de burgueses terratenientes acomodados, pero tuve una escuela que cambió mi vida. En 1914 estuve preso en La Rotunda. Durante catorce meses llevé grillos. Sin dejar mis vínculos familiares, mi mente se abrió a otros horizontes, y entonces me dediqué a conspirar contra la tiranía.
Más de un año permanece engrillado en La Rotunda por protestar contra el gobierno del General Juan Vicente Gómez. Siguió en las protestas al salir de la cárcel, y en julio de 1919 ya estaba desterrado en Curazao. De Curazao, ese mismo año, pasa a los Estados Unidos de Norteamérica, donde estudia en las universidades de Harvard y Cambridge, y establece contacto en Boston con el gran líder independentista de Puerto Rico, Pedro Albizu Campos. En 1920 viaja a París para continuar su especialización universitaria hasta graduarse de abogado. En 1924 aparece en Cuba, y participa activamente en las luchas antiimperialistas junto a destacados dirigentes políticos de la isla, entre los que podemos citar a Julio Antonio Mella, el gran líder proletario del pueblo cubano. En 1927 transita por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y se entrega de lleno al marxismo. Regresa a México y, de allí, salta ese mismo año de 1927, a Bruselas para participar en el Congreso Antiimperialista. Ya de nuevo en México, se dedica a la organización de un movimiento político en defensa de Nicaragua, país al que se traslada para alistarse como Oficial del Estado Mayor de quien fue su hermano, ejemplo de luchas, el valiente patriota Augusto César Sandino, asesinado con fusiles estadounidenses Springfield y Thompson una noche del 21 de febrero de 1934.
Es el periplo resumido de Gustavo Machado, antes de dar el gran paso del Asalto a Curazao junto a un puñado de venezolanos, con veintisiete machetes en mano, para traspasar las murallas del Fuerte Ámsterdam, hasta hacer preso al Gobernador y apoderarse de doscientos cincuenta fusiles que navegan en un barco vigilado por Europa y Norteamérica, arribando así a las playas de Falcón en un intento de deponer al gobierno carcelario de Juan Vicente Gómez. Entre los líderes que le acompañan en la rebelión estaría Miguel Otero Silva, con quien huye a pie hacia Colombia, después que el mundo entero queda asombrado ante el desafío de aquella operación. Sobre el particular Otero Silva escribe: «Gustavo Machado fue el alma del asalto a Curazao. Fue Gustavo Machado quien concibió el proyecto, quien estudió las condiciones del lugar, quien elaboró el plan, quien organizó a los hombres, quien distribuyó las armas. Y empiezo a decir “nosotros”, porque ya los estudiantes nos habíamos incorporado al movimiento. Machado no nos había participado el plan del asalto, y tuvimos que acudir al Fuerte cuando nos llamó el silbido de las balas. Y se nos recibió con un viva. Y se nos puso en la mano un reluciente fusil holandés».
Por allí seguimos la conversación en la casa familiar de Los Palos Grandes, al lado de su esposa Elsa Vera de Machado, quien también participa respondiendo y fumando a escondidas. Gustavo Machado nos recuerda que, cuando el Partido Comunista lo envío a Moscú en 1926, donde duró dos meses, sostuvo reuniones tanto con el gobierno de la URSS como con sus camaradas marxistas, en busca del apoyo necesario para derrocar a Juan Vicente Gómez. Pidió un barco, un barco para invadir a Venezuela, y nos describe la expresión de asombro del Comité Político con el que se reuniría en Moscú cuando el traductor explica a líderes comunistas de la URSS el propósito de la visita. Solo uno de los presentes, que había estudiado la historia del país, se atrevió a comentar «Tal vez tiene razón. En todos los momentos decisivos de Venezuela siempre ha habido un barco». No consiguió aquel barco, pero, a los pocos años, logra secuestrar el famoso buque Maracaibo, con un marinero yankee como rehén, a quien obligaría a dirigir el timón de la nave en un intento de penetrar en Venezuela desde costas cercanas a Coro. Era un mes de junio de 1929, día sábado para más señas, y Gustavo Machado cumpliría treinta y un años el 19 de julio inmediato. Siempre en su vida andaría de barco en barco, aventurado en alguna nave de la libertad o prisionero en barcos de guerra. Tal fue el caso de aquel otro barco, el “General Salom”, anclado en el puerto de La Guaira, donde es hecho cautivo para su trasladado posterior al Castillo San Carlos, a la entrada del Lago petrolero de Maracaibo, volviendo a prisión en 1936, cuando regresa clandestinamente al país tras diecisiete años de destierro. Viene a reunirse en Caracas con el Comité Organizador del Partido Comunista de Venezuela. Allí estarían presentes, Rómulo Betancourt, Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero y Miguel Otero Silva. Sigue en sus luchas. En 1945 es electo miembro de la Asamblea Constituyente, y en 1947 candidato a la Presidencia de la República en elecciones libres, donde se impuso su gran amigo y maestro Rómulo Gallegos, quien nos une en esta conversación.
Gustavo Machado logra ser electo Diputado al Congreso Nacional, pero en 1948, después de la derrota propinada por militares al gobierno de Rómulo Gallegos, soporta un carcelazo más hasta salir de nuevo al exilio, regresando finalmente al país en 1958, tras la caída del General Marcos Pérez Jiménez. Ya iba a cumplir sesenta años de intensas luchas y largos caminos de cárceles y destierros, aunque su aspecto físico hacía imaginar que él albergaba una edad menor. Cinco veces fue encarcelado porque entre 1963 y 1968, después de ser electo Diputado ante el Congreso de la República con amplio margen de votos, que el pueblo entregó a su favor, vuelve al calabozo. Desempeña cabalmente sus funciones de parlamentario y sigue en la actividad pública, pero, bajo la acusación de ser rebelde y comunista, un Consejo de Guerra Militar lo sentencia a pagar prisión en el Cuartel San Carlos de Caracas, durante el gobierno de Rómulo Betancourt. Le fue violada la inmunidad parlamentaria junto a otros diputados que también sufrieron largo encarcelamiento. Sandinista y Bolivariano se declaró frente al Consejo de Guerra e hizo elogios del Ejército del Libertador “pueblo en armas” del que Bolívar fue guía. «Prefiero morir en la cárcel que vivir en exilio», responde cuando en vista de su avanzada edad se le ofrece negociar la libertad a cambió de ser deportado nuevamente para alejarlo del territorio venezolano. Ya había sido electo Raúl Leoni nuevo Presidente de Venezuela, después que Rómulo Betancourt concluyó el mandato de ley, y sobre ese mismo año 1964, la mujer que está a nuestro lado en la entrevista, Elsa Vera Fortique de Machado, nos recuerda el último párrafo de la carta que le envío al Presidente Constitucional de Venezuela, Raúl Leoni Otero, el hijo de Clemente Pascuale Tancredi Leoni Scribani, un 14 de mayo de 1964, solicitando la libertad de su esposo y diputado en prisión: «Solo pido justicia, de la misma por la que su generación luchó el 28, el 36, el 48, y que tanto ayer como hoy, seguimos esperando los que no perdimos el camino. No temo el fallo, y puede estar seguro que la solución de este problema, de índole nacional, involucra personalmente para mí, matices muy hondos y diversos, entre ellos el de no recordarlo en el futuro como el carcelario de mi marido; sin embargo, tal parece que no me dará Ud. otra alternativa». El propio Maestro Rómulo Gallegos también estuvo entre los intelectuales que se sumarían a la solicitud de la libertad de Gustavo Machado, y muchos otros de fama universal como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Ángel Rama, José María Castellet, así como reconocidos líderes políticos y militares venezolanos, entre quienes pueden nombrarse a Rafael Caldera y a Wolfang Larrazábal, más cientos de personalidades. Finalmente, queda en libertad, después de ser electo diputado por cuarta vez, sumando un largo periodo desde el 17 de diciembre de 1946 hasta el 23 de enero de 1979. El presidente Raúl Leoni Otero lo libera por indulto de la pena debido a su edad, tras la decisión política del 21 de marzo de 1968. Vuelve a ser diputado al medirse en elecciones inmediatas sin retornar más a las cárceles ni al exilio, que es donde pasa la mayor parte de su vida, renunciando a los privilegios económicos de su entorno familiar. Él perteneció a la oligarquía caraqueña y estaba por cumplir setenta años cuando sale de la cárcel por última vez, después de transcurrir medio siglo de prisión en prisión.
Así volvemos a Rómulo Gallegos.
—Fuimos exiliados los dos, y juntos compartimos en México una larga temporada, pero lo considero mi maestro igual que a Luis Ezpelosín. Le conozco desde 1913, antes de la entrada a La Rotunda, y le admiro como gran escritor. Él estuvo siempre entre mis amigos más queridos. Nos unía la condición excepcional de ser ateos y eso nos ayudaba a ver el mundo exterior con una objetividad perfecta. Era revolucionario como yo, y yo soy comunista y admirador eterno de Rómulo Gallegos.
Gustavo Machado insiste en que revise aquella carta que le envió a Rómulo Gallegos desde el Cuartel San Carlos, donde pagaba prisión militar por última vez. Hablamos de muchos temas en aquella casa de Los Palos Grandes, pero lo que más me asombra es su entusiasmo juvenil y su compromiso indeclinable con el socialismo a una edad tan avanzada. Sin temor a equivocarse, nos asegura que «antes del año 2000, en medio de un camino muy difícil, las ideas socialistas se impondrán en Venezuela para dar origen a un gobierno diferente, un gobierno de liberación nacional que tendrá todo el apoyo del ejército», y nos recalca que contamos con un ejército que se siente heredero de los ejércitos libertadores, lo que se transforma en gran ventaja para lograr los cambios esperados. Agrega que se traspasarán fronteras porque buena parte de América Latina se irá alineando con el socialismo cuando lleguemos al año 2000. «Lo que hagamos aquí repercutirá en todo el mundo», nos dice. De esta forma resumida, sin agregar otros aspectos del Rómulo Gallegos que tanto conoció, concluimos la entrevista, no sin antes recibir su insistente recomendación de que la acompañe de la carta que escribió para Rómulo Gallegos desde el Cuartel San Carlos en agosto de 1964, como una forma de entender mejor su admiración y respeto por el Maestro Gallegos, pero también el momento político que se vivía en esa Venezuela de entonces. Yo por mi lado le recuerdo que he leído el poemario de otro desterrado y prisionero como él, aquel caroreño Alí Lameda, de las Glosas a Gustavo Machado, y le pido que recordemos juntos los primeros cuatro versos:
Nunca este gallo declina
gallo de sombra escarlata,
como la flor del bucare,
rojo como la granada.
Mi imaginación no aceptó nunca lo que llegaría a ocurrir a los pocos meses de este encuentro en su residencia familiar de Los Palos Grandes. Muy a pesar de sus deseos por evitar la muerte, o quizás presentirla, se detuvo su vida en la Clínica Santa Sofía de Caracas, dos días antes de cumplir sus ochenta y cinco años, un 17 de julio de 1983. Entonces recordé una de sus frases repetida tantas veces, y que volvió a surgir en medio de esta entrevista, «La revolución no es una fiesta, pero llegará el día en que la revolución será una fiesta».
Carta a Rómulo Gallegos desde la “Cueva del Humo” del Cuartel San Carlos, agosto de 1964. Gustavo Machado.
He dejado pasar intencionalmente la euforia de la semana conmemorativa llena de ceremonias, publicaciones y homenajes de diversa índole. Tengo motivos suficientes para suponer que estas líneas no han de causarte sorpresa mayor. Residiendo ambos en Venezuela, aunque en situaciones contrapuestas, alguna manifestación mis debías esperar durante el jubileo -que no jubilación, pues ésta tuvo lugar en 1961-, celebrado en torno de tu nombre.
Ahí van a todo riesgo. No me mueve, Rómulo, -tú me conoces-, un amargo y mezquino desahogo. Como combatiente indoblegable, en mi espíritu no hay sitio para el resentimiento innoble. Mas, es la lucha contra los enemigos de mi pueblo y de mi patria, contra quienes le han sometido al extranjero explotador; contra quienes han envilecido el concepto de independencia y de democracia, contra esos, yo abrigo, te lo confieso, un justiciero y bolivariano odio irreconciliable.
Es ocasión propicia este secuestro político para evocar hechos del pasado reciente, despertando el recuerdo con las informaciones de los honores que hoy se te brindan. Al pasar revista a la vida del exilio vienen a la memoria inolvidable remembranzas. Ha transcurrido una década desde los días cuando en México conmemoramos tus 70 años y los 25 de la primera edición de “Doña Bárbara”. Recuerdo con singular nitidez la fervorosa participación en los desterrados venezolanos de ideologías diferentes, la concurrencia con igual diligencia de los revolucionarios procedentes de la zona del Caribe y los refugiados españoles, con la misma variedad y riqueza de matices en cuanto a organización política y credo filosófico; y también -hecho muy significativo-, como allí se hizo presente un importante sector del pensamiento mexicano más avanzado en el campo literario, político y social.
Doy por seguro que tú rememoras, al menos con igual lucidez que yo, como se enlazaron en aquel homenaje internacional, de un lado, el reconocimiento de una extraordinaria obra literaria cumplida y, del otro, la cálida solidaridad con la causa de la patria de Bolívar, sumida en el oprobio de la dictadura. Era que el Novelista y el Presidente en el ostracismo encarnaban para muchos al Maestro de la juventud que había impartido enseñanza a varias generaciones de actuación destacada en la vida política venezolana.
Aquella amplia conjunción de valores y de tendencias en el agasajo culminante fue realzada con la presencia del general Lázaro Cárdenas, la cual, como era natural, provocó emocionado entusiasmo entre los numerosos refugiados españoles y revolucionarios latinoamericanos. No sé si te acuerdas de algunos detalles en relación con el Divisionario michoacano en aquella oportunidad: fue invitado de última hora, exactamente, la víspera. Ese día, en horas de la tarde, tuvo la primera noticia del acto por parte nuestra, en la casa de un viejo amigo mío, el general Roberto Calvo Ramírez, y posteriormente, en horas de la noche, se encontró Cárdenas contigo de manera ocasional en fiesta social de un amigo común en donde tú le convidaste formalmente. ¿Era aquel “descuido” una simple inadvertencia con relación al personaje que tan generosa hospitalidad te había brindado en Morelia? O más bien como parecen demostrar los hechos ulteriores, ¿obedecía aquel “olvido” a un deliberado propósito para debilitar nexos y entibiar inclinaciones renovadas en tu espíritu, con el “cardenalismo”? A medida que pienso en ello me reafirmo en la convicción de que la nimiedad aparente era parte de un plan que se fraguaba alrededor de tus opiniones, tus movimientos y tus amistades. El “betancourismo” había decidido prevenir la repetición de tus “imprudencias”, que amenazaban comprometer el retorno al Poder a través de la ayuda de Rockefeller y del Pentágono. Tu amistad con Lázaro Cárdenas era para Betancourt una imprudencia antiimperialista agravada con el virus del agrarismo. Entonces había que organizar un cordón sanitario que te aislara, que estorbara toda veleidad democracia consecuente, o que la sofocara en el momento de producirse; pero había que hacerlo con mucha habilidad. Si haces un esfuerzo de memoria descubrirás una cadena de “nimiedades”, todas de la misma índole. ¿Te acuerdas cuantas dificultades encontrábamos en México para hablar a solas contigo y como eran estrictamente controladas tus fotografías en compañía de personas que pudieran comprometerte? Mencionar al Coronel Adams y las palabras con que tu señalaste su injerencia en el golpe de 24 de noviembre de 1948, era considerado provocador, al punto de que tu mejor posición en la vida, como fuera tu carta desde la Escuela Militar después del derrocamiento, fue excluida del libro “Una Posición En La Vida”. Y si insisto en lo de Cárdenas es porque reviste un significado preciso. En México, tú lo sabes igual o mejor que yo mismo, frente a Lázaro Cárdenas no se puede pasar desprevenidamente. Sucedió que después, durante el banquete, el hecho de no habérsele preguntado si algo deseaba decir –todo el mundo lo esperaba y él mismo tenía en el bolsillo las cuartillas con el saludo-, constituyo un evidente desaire a la más recia personalidad política mexicana. No se trata de una especulación mía, gratuita, pues allí mismo me referí a ello. El saludo de Cárdenas, el que llevaba en el bolsillo, fue publicado ulteriormente.
¿Cómo ha incidido estos últimos 10 años sobre ti, sobre la trayectoria del político y el novelista? ¿Cómo han influido sobre la autoridad y la reputación del Maestro?
En este punto, a mitad de la segunda página, me pregunto si esto tiene en realidad alguna utilidad política o moral para el movimiento revolucionario; si, al llegar a tus manos, vas a entender su auténtica intención sin permitir que otras retuerzan su leal sentido; pero, a lo mejor, también puede ocurrir que estas líneas se queden enredadas en el cerco alambrado de seguridad, sin que te enteres de su contenido. De todas formas, como es tema de actualidad, proseguiré en la decisión inicial. Voy a permitirme un recuento crítico de las incidencias del tiempo transcurrido y de los acontecimientos que hemos vivido. Arduo y escabroso es el asunto porque pueden entrar en juego, contra mí, multitud de juicios y de prejuicios, de sentimientos y resentimientos de subjetivismo irrefrenable, la vanidad y el amor propio heridos y tantas cosas perviven en el alma humana, conscientes unas, soterradas e inconfesadas las más numerosas.
Pese al tal riesgo, me pregunto, ¿y si logro despertar en ti una vigilante actitud de defensa frente a la camarilla betancouriana que pretende sumir al Político, al maestro y al Novelista en el fangoso tremedal de su macartismo colonialista?
Tanto la sinceridad como la fe son elementos absolutamente subjetivos y se les admite o rechaza, mas no se discuten. Pero la sinceridad a diferencia de la fe, mientras más se la pregona mayor duda y desconfianza despierta. A pesar de esto, y a despecho del peligro de sembrar dudas, voy a insistir en mis buenas intenciones.
Tú y yo hemos recorrido ya un largo trecho del camino. Por allá, en 1913, tú de maestro y yo de alumno tuyo; perdimos contacto después durante algunos años, para encontrarnos de nuevo en 1931, en Nueva York, en el exilio, que para ti apenas comenzaba, en tanto que para mí era ya de más de 10 años; a la muerte de Gómez regresamos a Venezuela, tú a encargarte del Ministerio de Educación y a quedarte en el país, y yo para volver al destierro en 1937. A raíz del derrocamiento de Medina Angarita –tenía yo dos o tres años de habérseme permitido el reingreso al país- nos encontramos en campos opuestos, logrando tu una honrosa y destacada posición, y en la oportunidad de tu derrocamiento, mi actitud y la de mi partido, el Partido Comunista de Venezuela, fueron irreprochables desde el ángulo de ustedes. Ni los grillos de Juan Vicente Gómez, ni los barrotes y las “esposas” de Eleazar López Contreras, ni las rejas de Marcos Pérez Jiménez han logrado incrustar en mi carácter asperezas y amarguras. Tampoco lo han alcanzado tus “muchachos” carceleros, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, con esta prisión –tan arbitrarias como las otras- que tampoco enturbia mi mente ni mella mi sensibilidad. Y si los meses pasan, para mí con extraordinaria celeridad como suele acontecer después de los 60 años, y con torturante lentitud para los familiares y amigos en goce de la libertad, conservo sin embargo una salud inalterable, afectada quizá en cierto modo por exceso de ella misma.
No es una paradoja, me ocurre lo que algunos deportistas que no siguen los buenos consejos del “mánager” prudente y al exagerar en el esfuerzo por conseguir mayor destreza, se pasan en los ejercicios y caen en el entrenamiento desmedido, en el “over-training”, como diría Rómulo Betancourt en una de sus truculencias habituales, aprendida ésta de Muñoz Marín o Teodoro Moscoso. Con desplante similar podría decirte que me encuentro “over-healthy”, es decir, con demasiada buena salud, debido al reposo exagerado que me imponen obligatoriamente en esta bendita “Cueva del Humo” del Cuartel “San Carlos”; y me perdonas la factura pitiyanqui. No vayas a imaginar, sin embargo, que nos encontramos todos en sana salud, ya que contemplamos “esa franja azul que los reclusos llaman cielo” solamente cuando dos o tres veces por semana, se nos lleva a tomar sol durante hora y media. Sin asistencia médica acaba de morir, a pocos metros del sector donde nos encontramos, el Comandante Manuel Ponte Rodríguez, de infarto cardiaco. El gobierno anterior, en lugar de haberle dejado en el Hospital Militar, a donde fue llevado a raíz de la primera crisis lo regresó al “San Carlos” en septiembre de 1963, a pesar de la protesta de familiares y amigos y de la comunicación de la hoy viuda, haciendo responsable al Gobierno, directamente al general Briceño Linares, de la vida de su marido. Raúl Leoni ha dejado todo igual y ahí tienes la consecuencia. De mengua puede morir cualquiera en este encierro si la emergencia se presentara en día festivo, o en hora muerta del día o durante la noche. Sin asistencia médica, la agonía del Comandante Manuel Ponte Rodríguez se prolongó por más de hora y media.
Pero a ti, como político, te han reducido a la impotencia y a la inactividad total, a una suerte de capitis diminutio. Por eso no te enumero acontecimientos sobre los cuales he procurado conocer tus puntos de vista, y si has emitido alguno, no ha llegado hasta mí. Por ello, no te pregunto si estas en cuenta de la larga lista de asesinatos a sangre fría en las calles y hogares venezolanos y de los caídos en las operaciones de brutal genocidio practicadas por el gobierno de Betancourt-Caldera-Briceño Linares. Es probable, por otra parte, que hayas admitido la versión policial de Carlos Andrés Pérez, Luis Augusto Dubuc, Manuel Mantilla y Gonzalo Barrios sobre la violencia, así como en relación con el asesinato de policías, adecuado todo ello para justificar la represión, las torturas, los detenidos políticos y los homicidios impenitentes. Quiero de todas maneras hacerte un breve recuento del origen y de la trayectoria de la violencia.
- Elegido Betancourt en diciembre de 1958, se dedicó desde ese momento hasta el 13 de febrero de 1959, a realizar una campaña anticomunista y antisoviética en el seno de las Fuerzas Armadas.
- Ese mismo 13 de febrero, en el acto solemne del cambio de poderes en el Congreso, lanzó Betancourt la agresión según la cual a los comunistas había que “asilarlos y segregarlos”, lo cual significaba en la práctica orden terminante de ruptura de la unidad en los organismos de masas, y a los cuerpos policiales la directiva de persecución sistemática.
- Orden del presidente Betancourt en el mes de abril de 1959 de arrebatar al pueblo, tildándolo de bochinchero, la calle que en enero de 1958 sirvió de campo de batalla para el derrocamiento de la dictadura.
- Agresión policial a tiros contra los desempleados, en agosto de 1959, con saldo de 4 muertos y muchos heridos, en ocasión de una pacífica y ordenada manifestación de aquellos.
- Envío a Santa Elena de Uairén de jóvenes y desempleados acusados falsamente de vagos y maleantes, con el propósito de amedrentar el espíritu de justa protesta.
- Maniobra de Betancourt, en 1960, que provoca el rompimiento con el sector más joven, más brillante y preparado de AD, el cual recoge las banderas de los principios revolucionarios y de retorno a la tradición democrática y anti imperialista de ese partido. En abril de ese mismo año nace el MIR. De allí en adelante, se recrudece la ofensiva policial, en particular contra los nuevos disidentes. Es oportuno observar que nadie ha hablado hasta ese momento de línea insurreccional, ni siquiera de oponer alguna forma de violencia defensiva ante la destacada violencia policial.
- Agresiones, primero en octubre y luego en noviembre de 1960. En octubre, cuando una inmensa movilización de masas logra la libertad del poeta Muñoz, del estudiante Pérez Marcano y del abogado Humberto Cuenca, no obstante, la arbitrariedad y los atentados de los cuerpos represivos. En noviembre, la agresión oficialista está planificada y obedece a lineamientos cuidadosamente preparados. Es el “Plan Macuare” -como se le llamaba en la jerga militar- de ofensiva combinada contra los barrios caraqueños del 23 de enero, Lomas de Urdaneta, Simón Rodríguez, Lídice, Marín, Manicomio y otros, y contra los liceos Fermín Toro y Andrés Bello y, por supuesto, contra la Universidad Central de Venezuela. La violencia oficialista arroja un saldo trágico de 24 muertos, sin ninguna autodefensa popular organizada. Entre los muertos encuéntrense niños de corta edad, liceístas, universitarios, mujeres y ancianos, desempleados y profesionales.
- Empieza a aplicarse la orden de “disparar primero y averiguar después”, que más tarde seria impúdicamente formulada en un discurso presidencial. Hasta el 16 de junio de 1963, hace poco más de un año los asesinados -de los que hay constancia periodística- por el aparato represivo de Betancourt-Copei, alcanzaban a 127, algunos de ellos atormentados bárbaramente antes del homicidio, o muertos, en el momento de la tortura.
- Se inician, en el mismo mes de octubre de 1960, los asaltos contra la prensa de oposición, que van a constituir una larga lista de tropelías, usurpando de hecho el Ministro de Relaciones Interiores la omnímoda e inconstitucional facultad de permitir o no la edición de un periódico.
Me resulta difícil admitir un aislamiento tal de la vida política venezolana que te haya hecho ignorar todo cuanto acontecía. ¿Es tan cerrado acaso el cordón sanitario que no permitió que hasta ti llegara el eco de la tragedia?
¿Será este el fin de tu carrera política?
No me toca responderlo. Desearía, más bien, entrar a un tema, siempre vivo y hoy esencialmente polémico.
Para un maestro, y nadie puede discutirte tal categoría, la preocupación fundamental ha de ser la juventud estudiosa, el liceísta, el politécnico y el universitario. Tu partido, manejado despóticamente por Betancourt, te ha separado del sector sobre el cual debías ejercer tu noble función ductora. Con AD perdiste la juventud combatiente que desafiando las bestiales persecuciones de la dictadura nutrió la resistencia y cumplió con honor sus deberes revolucionarios. El proceso de radicalización de las nuevas promociones incontaminadas de demagogia política, acicateadas por la repugnancia que en ellas provoca la claudicación de Betancourt el renegado, el ex comunista, el ex antimperialista, concitó contra Acción Democrática contingentes juveniles cada vez más numerosos. Cabe preguntarte, ¿trataste en alguna forma de conjurar la catástrofe defendiendo como maestro al liceísta, al universitario, al muchacho de educación técnica, de la furia represiva de AD-Copei?
¿Por qué te has dejado llevar a las posiciones de Betancourt, Leoni y Barrios, cerrándote las puertas de la Universidad para la celebración de un acto de homenaje que en lugar de la Quinta Anauco debió realizarse en el Aula Magna de la UCV? No desconoce la juventud patriota y demócrata consecuente todo cuanto representas para la cultura del país, pero piensa así mismo que no tienes por qué identificarte con los enemigos de los liceos, de las Escuelas Técnicas y de la Universidad Central de Venezuela.
Era proverbial en tus años de pedagogo la severidad de tu dirección y la reciedumbre de tu carácter en asuntos de disciplina, tanto que el irrespetuoso desenfado de los alumnos mayores te había endilgado el apodo de “chivo arrecho”, que no involucraba, por supuesto ninguna intención peyorativa. Extraña a quienes conocen estos antecedentes verte hoy transformado en manso cordero del Señor, resignado, sin los arrestos de tu vigorosa personalidad. Betancourt te ha convertido en maestro desprovisto de alumnos. Con los estudiantes asesinados y presos, con la juventud maltratada y vejada en los campos de concentración, tendrías una población estudiantil mucho más elevada que la del plantel más grande que hayas dirigido.
En la empresa política que representa AD, creo habértelo dicho en diversas ocasiones, tú y Andrés Eloy Blanco suscribieron el mejor y mayor aporte de capital político y humano, de mayor y mejor prestigio, de más amplia resonancia. Fueron utilizadas a fondo las obras de ustedes, ya consagradas en todo el territorio nacional. A la hora de las aventuras y componendas sin principios, en el momento de las concesiones comprometedoras y de las claudicaciones y de las apostasías, felizmente para ustedes, jamás les consultaron previamente. Pero al tiempo del aval imprescindible y de la imperiosa necesidad de cohonestar alguna dudosa actuación, entonces si recurrieron al renombre de ustedes.
Tanto Andrés Eloy Blanco como Rómulo Gallegos fueron literarios prestados a la política, como se complacía en proclamarlo el más grande poeta del pueblo venezolano y creo que tú mismo lo has reconocido en diversas oportunidades.
En la actualidad, tú y tu obra tratan de ser sacrificados en aras de una política antivenezolana, contraria a los personajes creados en tu novelística, símbolos extraídos por ti de la realidad venezolana. Conservar el poder a toda costa, incluso al precio de la injerencia extraña en nuestra política, a fin de resguardar la estabilidad del gobierno sobre la base de una parte de las Fuerzas Armadas, de los monopolios yanquis, de la oligarquía criolla y de la alta jerarquía eclesiástica. Sacrificados al servicio de una política encaminada a transformar a nuestro paso en nueva colonia “libre y asociada”, en contraposición al mensaje contenido en todos tus libros.
Es necesario salvar tu obra, Rómulo Gallegos, y rescatar los personajes, tal como tú lo concebiste y con el carácter que le forjaste. Hay que librarla de la crapulosa cobardona postración mientras tengas tiempo de hacerlo. Debemos protegerla de la contaminación colonialista y adulteradora.
Exegetas infieles han llevado sus habilidosos designios hasta elaborar toda una nueva versión a la manera de los traductores según el proverbio italiano: “traduttore, tradittore”, como si hubieras escrito en sanscrito y tus personajes hubieran salido de los Puranas o de los Sutras. ¿Recuerdas en tu afición por la literatura sagrada de la India cuando desde la cátedra nos leías trozos escogidos? ¿Cómo sale tu obra de esta audaz hermenéutica elaborada aviesamente ante tus propios ojos, con lisonjeros acentos elevados hasta las nubes?
En tal confabulación actúa el cerco que te señalé al comienzo de esta y alarga epístola en relación con el “cardenismo”. En efecto, grave peligro se cierne sobre la suerte definitiva de tu última novela, la del tema mexicano. Me parece recordar que el título original era “La Brasa en el Pico del Cuervo”, pero he visto ahora mencionarla como “Tierra Bajo los Pies”. De otra parte, nos ha llegado la información del veto oficialista a su edición. Se dice concretamente que Gonzalo la considera totalmente inadecuada para el momento político actual. En México conocimos de tus propios labios uno de los capítulos más fuertes y enjundiosos al punto de que, cuando apareció en tu lectura la barda cristera con sus típicos estandartes, nuestro amigo Manuel A. Pulido Méndez se puso de pie y abandonó el salón con paso descompuesto y apresurado. Comprendo la prohibición impuesta por los voceros de la coalición AD-Copei. Porque no es simplemente una novela de la tierra de Andrés Iduarte, que bien merece el aprecio de todos los venezolanos, sino que, es obra inspirada en los tempestuosos movimientos de la División del Norte y de su jefe Francisco Villa; en la entrada profunda del agro sureño fecundado con la sangre de miles y miles de campesinos seguidores de Emiliano Zapata y de su consigna “Tierra y Libertad”, y, asimismo, en el cardenismo -antimperialista y agrarista-, que recoge en su seno la parte más sana y revolucionaria de aquellos cataclismos sociales convertidos en tales por conocidos sectores de la revolución mexicana. ¿Habrá tiempo de salvarla del pico de zamuro en que han colocado a la “Brasa en el Pico del Cuervo”? El hecho de poner en el Index esta novela, revela y corrobora que no son elucubración caprichosa los comentarios que hice con respecto al cerco preventivo en torno de tus consabidas “imprudencias” comprometedoras.
Quiero finalizar estimado Rómulo, con algunas reflexiones sobre “Doña Bárbara”. La leímos en París en 1930, y sin empleo el plural no es porque hayamos realizado lectura colectiva, sino por la controversia amistosa y organizada que tuvo lugar en el grupo latinoamericano allí residente. Entre los venezolanos, los más se hallaban vinculados, en una forma u otra, a la llamada Generación del 28, la cual había encabezado recientemente un movimiento revolucionario que hizo tambalear la dictadura. “Doña Bárbara” constituyó, para todos, una tremenda revelación, tanto por la maestría y fuerza propiamente literarias, como por el mensaje político y social de la obra. Con razón la consideraron los muchachos del 28 expresión genuina de sus inquietudes y anhelos progresistas. Mas no sería justo circunscribir la novela al sector limitado de tal promoción, sin que ello signifique mengua de la importancia de su trayectoria. Sería más correcto, a mi juicio, contemplarla dentro del proceso revolucionario que, si bien comienza con la rebelión estudiantil de 1928, es necesario seguirlo a través de todas sus contingencias, hasta su culminación y fracaso en 1948.
Esto, por supuesto, podría ser tema para un análisis más amplio y pormenorizado. Sólo quiero hoy limitarme a algunas breves consideraciones que espero no produzcan excesivo resquemor entre los idólatras del culto galleguiano.
La crítica literaria ha incurrido evidentemente en exageraciones de signos contrarios, mientras unos sostienen que los símbolos de tu primera gran novela, la más famosa, por cierto, están destinados ya al desván de las cosas “obsoletas y periclitadas”, otros, en cambio, le atribuyen perenne lozanía y la misma vigencia original, llegándose a decir que Doña Bárbara puede hablarse de tú a tú con Hamlet y el Quijote. Ni una cosa ni la otra.
En el campo artístico y literario, continúa apareciendo, ya te he dicho, como expresión del proceso revolucionario 1928-1948, y es allí donde residen su mérito y su perdurable proyección en el programa de la cultura venezolana. Corresponde en cuanto a programas, tesis y estructura política a lo que significa el partido Acción Democrática, que ha sido un factor decisivo a todo lo largo de esa evolución. Tú, Rómulo, puedes considerarte como padre de ambas criaturas: Doña Bárbara, con su mensaje artístico y social y el partido de AD con sus ejecutorias, positivas algunas, censurables otras y en lamentable estado de descomposición en la actualidad. Empero, una pretende devorar a la otra. Sin embargo, contra la barbarie del latifundismo sigue vigente la posibilidad de incorporar a la lucha, a una parte de la burguesía media progresista, al igual que contra la coyunda de Míster Danger. Pero sería pedirle, en tu producción literaria, un estudio de las contradicciones de clase, sus características y objetivos peculiares de cada cual. Tampoco sería lógico reprocharte el hecho de que el imperialismo no aparezca con su propia fisonomía, codiciosa y cruel, y que te limitaras a la elaboración de un símbolo, aunque este lleve el significativo nombre de Señor Peligro, porque la situación interna de Venezuela no había todavía adquirido suficiente conciencia antimperialista. Míster Danger, de todas maneras, revela cómo ya está presente en Venezuela la penetración imperialista, lo cual para entonces constituye un perspicaz atisbo de nuestra realidad. Santos Luzardo, por su parte, representaba la pugna de la propiedad burguesa contra el latifundio feudal, la barbarie desatada contra el Código Civil y el alambre de púas, y al lado de Santos Luzardo se suman durante el año 1929 los cultivadores de café y cacao, una parte de los ganaderos y buena porción de la burguesía mercantil que no era invitada al festín de los royalties petroleros. La economía venezolana había sufrido además la deformación arrolladora del impacto petrolero, cuya exportación en 1929 había superado los renglones tradicionales del café, del cacao y del ganado vacuno.
Tu mensaje desde la Escuela Militar, en noviembre de 1948, le da un rostro concreto a Míster Danger: el del coronel Adams, de la Misión Militar norteamericana.
¿Crees tú que hay interés en preservar tus personajes de la influencia adulteradora que se deriva de la política inconsecuente del partido Acción Democrática? ¿Vas a permitir que a Santos Luzardo lo incorporen a la Alianza para el Progreso y lo pongas a beber “high balls” en el Macuto Sheraton?
El proceso revolucionario 1928-48 está inconcluso. No es AD, como lo demuestran los acontecimientos, la organización que puede desarrollarlo. Han surgido otras fuerzas populares capaces de impulsar hoy la revolución venezolana antifeudal y antimperialista, capaces de derrotar definitivamente a Doña Bárbara y a Míster Danger.




