Capítulo 3
LUIS BELTRÁN PRIETO FIGUEROA: «Rómulo Gallegos estuvo al servicio de un elevado ideal colectivo».
Como uno de los protagonistas más ilustres de la vida política y humanística del país, es calificado Luis Beltrán Prieto Figueroa. No hay dudas. En el siglo XX, junto al Maestro Rómulo Gallegos, el Maestro Prieto está entre los mejores pedagogos de América. Por eso uso la M mayúscula cuando cito la palabra Maestro para nombrar a estos dos admirables hombres de la patria: Rómulo Gallegos y Luis Beltrán Prieto Figueroa. Este venezolano, nacido en La Asunción, isla de Margarita, el día 14 de marzo de 1902, más allá de sus especialidades de abogado, pedagogo y doctor en Ciencias Políticas y Sociales, egresado de la Universidad Central de Venezuela, tiene entre muchos méritos el de haber sido fundador y primer Presidente de la Federación Venezolana de Maestros, que se crea en 1936. También fundador del Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), que surge desde 1959 para una educación diferente basada en el trabajo y en las capacidades de cada alumno. Además de gran orador, dirigente de masas populares, diputado, concejal, ministro de educación y hombre de armas a tomar, resulta un notable ensayista y también militante de la poesía con amplia y reconocida obra publicada. El Maestro Prieto, como alumno de Rómulo Gallegos y blindado actor partidista, se empeñó en cambios profundos que el país esperaba y los hizo sin cobardía ni falta de talento, porque el talento siempre le sobró y el valor lo ha demostrado cuando ha sido necesario. Para tener nociones más concretas de su cercanía con el autor de “Doña Bárbara”, y de las condiciones sociales y políticas de aquella época, me trasladé complacido a su residencia familiar en Caracas, Urbanización Prados del Este, donde se ubica la famosa “Quinta Anchiajena”. Allí él pasa horas escribiendo y contemplando su mundo entre libros viajeros y amigos que no olvida. Seguramente reirá solo por las bromas pasadas de sus satíricos compañeros de generación, entre los cuales destacó siempre el fino humorista Andrés Eloy Blanco, el de “La Juanbimbada”, quien al describir al Maestro Prieto Figueroa inventa aquella frase que se hizo tan famosa: «Los hombres son feos, pero es que Prieto abusa». Nuestro encuentro se logró materializar un 15 de enero del año 1982, y él se preparaba a cumplir unos estupendos ochenta años, el día 14 de marzo inmediato para los festejos de esa vida traslúcida y despierta.
Durante la entrevista con Luis Beltrán Prieto Figueroa, le pedí volver a la página perdida de la historia sobre las circunstancias especiales del embajador de Venezuela ante los Estados Unidos de Norteamérica, Diógenes Escalante Ugarte, en los momentos inesperados del año 1945, cuando se tiene al diplomático como candidato seguro a la presidencia de la República, asunto que dio origen a la ya famosa revolución de octubre en la cual jugó papel decisivo el gran Maestro de juventudes. Por allí empieza nuestra conversación, mientras hacemos memoria de todo el proceso vivido durante el siglo XX con los andinos en el poder. Al repasar los acontecimientos vemos como, desde aquella Revolución Liberal Restauradora, iniciada en mayo de 1899, cruzando el río Táchira, Cipriano Castro, nacido en La Ovejera de Capacho, gobierna al país entre el 23 de octubre de 1899 hasta finales de 1908, usando el lema «Nuevos hombres, nuevos ideales y nuevos procedimientos». Ese mismo año, lo sabemos, por razones de salud, él decide viajar a consultas médicas hacia Europa y deja el gobierno en manos de su compadre, Juan Vicente Gómez, nacido también en el estado Táchira cerca de San Antonio, en la famosa hacienda de ganado y de café “La Mulera”. El General Gómez no permitió que su compadre volviera al país, y se hizo elegir repetidas veces presidente de la República hasta el día de su muerte, el 17 de diciembre de 1935. Se mantuvo Juan Vicente Gómez veintisiete años más en el poder y le sucedió Eleazar López Contreras, originario también de aquel estado, donde transcurrió su niñez en una pequeña localidad agrícola llamada Queniquea. Después de ocupar el cargo de ministro de Guerra y Marina, fue designado Presidente de Venezuela, y tras una nueva elección gobierna durante siete años seguidos. El General López Contreras designa al Maestro Rómulo Gallegos entre sus ministros, y asimismo decide expulsar del país a cuarenta y siete líderes políticos acusados de comunistas, entre los que se encontraban Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, quienes de acuerdo a la Constitución de 1936 resultarían peligrosos, por lo cual era legítimo ese exilio; todo en concordancia con la promulgación de la Ley Lara, o la ley de los tres toques, como también la define el Maestro Prieto.
—Tres toques de corneta para disolver las manifestaciones, y al tercero, si no se disolvía la gente, le caían a tiros y a plan de machete, y así se disolvía. Esa ley es de 1936 y en ese tiempo yo fui elegido Senador por el Estado Nueva Esparta, después de la muerte de Gómez. Fue cuando me propuse promover por primera vez una Ley de Educación. No existía todavía el Partido Acción Democrática, pero si estaba activo el Partido Comunista de Venezuela, fundado en 1932. Recuerdo que Miguel Otero Silva y Gustavo Machado, quienes pertenecían a ese partido, me llevaron al proscenio del Teatro Nacional para que yo me sumara como orador al justo reclamo de disolución del Congreso. Aquel teatro estaba repleto, y la gente que no cabía esperaba en la calle. Era una época de transición de la dictadura a la democracia, y digo que esa experiencia de 1936 me ha servido para toda la vida. Cuando un hombre tiene ideas y decisión de hacerlas triunfar, cuando debe exponerlas, cuando se enfrenta a las fuerzas adversas, puede lograr muchas cosas. En 1936 Rómulo Gallegos, que estaba en el exilio, regresa a Venezuela. Ya había publicado sus novelas “Reinaldo Solar”, “La Trepadora”, “Doña Bárbara”, “Cantaclaro” y “Canaima”, y López Contreras lo nombra como su ministro de Educación, pero solo dura noventa días en el cargo. Es también elegido Diputado por el Distrito Federal y lucha por el voto directo, la autonomía municipal y los derechos ciudadanos.
El Maestro Prieto y yo seguimos hablando de la Ley Lara, que en su Artículo 33 expresaba lo siguiente: “El que verbalmente, por escrito o por impresos, por medio de difusión, dibujos, carteles, mítines u otros medios de publicidad, o haciendo uso de algún servicio público, haga propaganda de las doctrinas o métodos comunistas, anarquistas, nihilistas o terroristas, o de aquellos que por su afinidad o sus medios de acción se equiparen a éstas, serán penados con prisión de uno a tres años”. Nos sonreímos y pasamos a comentar otro artículo que refiere en esta Ley las penas que se aplicarían a los dueños, directores o administradores de empresas periodísticas, emisoras de radio o cualquier otra publicidad en caso de incurrir en delitos parecidos. El nombre de Ley Lara se debía a su autor intelectual, Alejandro Lara Núñez, ministro de Relaciones Interiores de López Contreras.
Continúa el Maestro Prieto explicando el curso y los pasos sobresalientes de la historia en la que participó:
—Al vencerse el período de gobierno de Eleazar López Contreras, en 1941, fue electo por el Congreso como Presidente de la República un personaje militar nacido en el estado Táchira, San Cristóbal, de nombre Isaías Medina Angarita, quien logra reformar la Constitución de la República para cumplir el libre ejercicio de la actividad política, tolerando las doctrinas de oposición, lo que permite legalizar al partido Acción Democrática, así como el funcionamiento pleno del Partido Comunista de Venezuela. Por primera vez no habrá en el país prisioneros políticos ni desterrados. Ese mismo año se funda el partido Acción Democrática, un 13 de septiembre de 1941. Además de Rómulo Gallegos, participamos en el acto fundacional, Rómulo Betancourt, Andrés Eloy Blanco, Luis Alfaro Ucero, Gonzalo Barrios, Leonardo Ruiz Pineda, Jesús Ángel Paz Galarraga y yo, entre muchos otros. Entonces, por primera vez, tomamos la decisión de lanzar la candidatura de Rómulo Gallegos para la presidencia de la República, frente a la del General Isaías Medina Angarita. Durante la campaña el poeta Andrés Eloy Blanco, bromista como siempre, llama también General a Rómulo Gallegos. Lo anuncia como General en Jefe de la Literatura Nacional. Al llegar la hora de la elección, el Congreso le otorga ciento treinta votos al General Medina y trece al General en Jefe de la Literatura Nacional.
Después de escuchar al Maestro Prieto pienso que la tarea no se culminó completamente, pues de la Constitución número veintidós que rige a Venezuela desde 1936, pasaremos a la número veintitrés sancionada por la Asamblea Nacional Constituyente un 5 de julio de 1947, y promulgada en esta misma fecha por la Junta Revolucionaria de Gobierno que presidiría Rómulo Betancourt, para conceder el voto universal y secreto a todos los ciudadanos venezolanos mayores de dieciocho años, a las mujeres, a los analfabetas y a quienes se les negaba tal beneficio en las constituciones anteriores, pero ¿cómo ocurriría todo esto de manera tan brusca?, me pregunto.
Se aproximan las nuevas elecciones de 1945, y entra por primera vez en escena el ya citado Ministro Plenipotenciario y Embajador en los Estados Unidos de Norteamérica, Diógenes Escalante Ugarte, también nacido en la Queniquea del estado Táchira. De eso se trataba, de darle garantía de continuidad a los andinos en el poder que llevaban medio siglo gobernando. Surgen negociaciones entre todos los sectores políticos, y se llega al acuerdo de compartir aquella propuesta formulada por Isaías Medina Angarita sobre las virtudes de Diógenes Escalante, el hombre educado en la Universidad de París, quien había sido el Ministro de Relaciones Interiores de Eleazar López Contreras y Secretario General de la Presidencia de la República, además de haber intercambiado tareas como condiscípulo con su paisano de Queniquea, López Contreras, en el Colegio El Sagrado Corazón de La Grita. Se enfrenta a la Revolución Restauradora liderada por Cipriano Castro y sirve como Embajador de Venezuela en los Estados Unidos por disposición de Isaías Medina Angarita, quien definitivamente lo propone como su sucesor a través del Partido Democrático Venezolano, el partido del Medinismo, que por muy poco tiempo sirvió de maquinaria para las elecciones. Diógenes Escalante regresa al país donde los integrantes del Congreso de la República, responsables de la elección del presidente, le brindan respaldo pleno, así como también lo hace el principal partido de oposición, Acción Democrática, y otros sectores profesionales y gremiales. Llega desde los Estados Unidos y se instala en el conocido Hotel Ávila de Caracas, para el desarrollo de su campaña electoral, pero al ser citado al Palacio de Miraflores por el Presidente Medina Angarita, su equipo de ministros y el propio partido gobernante, reciben una inesperada noticia de parte del doctor Ramón José Velásquez quien fungía como su secretario privado. Él informa que Diógenes Escalante presenta “señales inequívocas de trastorno mental”. Urgentemente se conforma una junta médica para atenderlo, concluyendo que había perdido la razón, accidente que obliga a Medina Angarita a convocar nuevas reuniones y promover espacios de diálogos en la escogencia de un candidato distinto para las elecciones de 1946. En este caso, formula la idea de la escogencia de otro tachirense, el abogado Ángel Biaggini, nacido en La Grita, Secretario General de la Presidencia de Venezuela y Ministro de Agricultura durante este período de gobierno.
Aquí hago un paréntesis para explicar que me acerco al tema porque tuve el privilegio de recibir noticias directas sobre muchos detalles del suceso en mis intercambios frecuentes con el escritor, y amigo de años, Ramón J. Velásquez, quien formó parte de la esfera política del momento como testigo de primer orden en la difícil situación. Mi amistad con este otro tachirense de destacada trayectoria partidista, surgió en tiempos en que compartimos tareas culturales, cuando él era invitado por la Universidad de Oriente a distintas charlas en Cumaná, para difundir la historia del país. También era periodista y abogado, y fue a dar a la Cárcel Modelo de Caracas después que es derrotado Rómulo Gallegos. Estuvo de nuevo en la misma prisión en la época del General Marcos Pérez Jiménez, a quien hizo oposición, siendo el castigo menos leve su trasladado a la cárcel de Ciudad Bolívar, pero volvamos al episodio de Diógenes Escalante Urgarte.
Ni Acción Democrática, ni el Partido Comunista de Venezuela, respaldan la propuesta sobre el abogado Ángel Biaggini. Se pone en marcha la rebelión cívico militar que da origen al famoso Golpe de Estado de 1945, mientras Diógenes Escalante Ugarte, a petición de su amigo, el presidente norteamericano Harry Truman, es trasladado a Estados Unidos para seguir otro tratamiento médico. El protegido de Truman no regresará más a Venezuela y finalmente se consuma el golpe cívico militar. Se establece una Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt y que tiene como Secretario General al Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. Es parte del inicio de nuestra conversación en la “Quinta Anchiajena”.
—Conociendo su actividad en los hechos políticos de 1945, le hago una pregunta Maestro Prieto, ¿El escritor Rómulo Gallegos formó parte de la famosa conspiración en marcha para derrocar a Isaías Medina Angarita?
—Querido Benito, el contacto directo con la organización militar la mantuve yo en secreto con el teniente Francisco Gutiérrez Prada, que era muy amigo mío. A través de él hice enlaces con los conspiradores que integraban lo que se llamaba entonces Junta Patriótica Militar, y pude servir de vía para vincular su movimiento al movimiento civil representado por Acción Democrática. En aquel tiempo, Rómulo Gallegos no estaba informado de tales acciones. Nosotros sabíamos resguardar bien su imagen, porque tuvimos siempre la visión imaginada de un futuro papel como conductor del país, junto al equipo nuestro. Estábamos convencidos de eso.
Yo tenía una librería en Caracas y allí nos reunimos una tarde con el teniente Francisco Gutiérrez Prada, quien me pide un canal de comunicación de los militares de la Junta con el partido Acción Democrática, y me explicó que en la Junta estaban tres mayores, un capitán y un teniente. Los mayores eran Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Julio César Vargas. El capitán era Mario Vargas, y el teniente, el propio Francisco Gutiérrez Prada. En aquella librería, que sirvió durante el mes de octubre, como sitio de contacto con los militares, nos reunimos varias veces, y el militar que viniera a hablar conmigo debía traer una contraseña y decirme que venía buscando un libro que, para entonces, estaba muy en boga. Se titulaba “China en armas”, traducido al español y editado en México. A la vez yo tenía mi bufete en la esquina de Altagracia, frente a la Iglesia, y lo compartía como abogado con Raúl Leoni Otero y Gonzalo Barrios. Al recibir la noticia del teniente Gutiérrez Prada, conversé con ellos sobre el plan y en la noche los tres le informamos a Rómulo Betancourt sobre lo que estaba ocurriendo. Luego se realizaron otras reuniones y se establecieron las condiciones para participar en una insurgencia de este tipo. Dejamos claro que no haríamos parte de un gobierno militar, porque estábamos ligados a una organización civil, y como primer paso en las acciones acordamos la inmediata convocatoria de una constituyente para organizar el gobierno en el país mediante la instauración del voto popular. Esas fueron las condiciones nuestras y los militares las aceptaron.
—Maestro Prieto, entiendo que tales acciones debían cumplirse en un tiempo acelerado, porque el 3 de octubre de 1945 el candidato oficialista, Diógenes Escalante Ugarte, abandonaba el país en el avión norteamericano que envío el Presidente Truman desde Estados Unidos, ¿Cómo se determina la fecha del golpe?
—Había que esperar que las condiciones estuvieran dadas para el éxito del plan, y se acordó que debía ser posterior al 18 de octubre, pero ese 18 de octubre detuvieron a Julio César Vargas y a Marcos Pérez Jiménez, y entonces los militares proceden a tomar la Escuela Militar y el llamado Cuartel de La Planta, el Cuartel San Carlos y Miraflores. El Presidente de la República está instalado en el Cuartel Plaza, que es hoy el Hospital Militar. Entonces, ese mismo día, los tenientes Francisco Gutiérrez Prada y Carlos Morales, fueron a buscarme a mi casa porque yo era el contacto entre la organización militar y el partido. Esperé a Rómulo Betancourt y me traslado con él al bufete donde encontramos a Gonzalo Barrios. Gonzalo hablaba por teléfono en francés y su interlocutor, que era el mayor Delgado Chalbaud, estaba en La Planicie. Nos acompañaba en el bufete la señora madre de Carlos Delgado Chalbaud. Ya ellos tenían tomada la Escuela Militar y Miraflores, y se había iniciado el golpe, pero era necesario que nosotros movilizáramos al partido para lograr la participación civil.
—Se ha dicho que Carlos Andrés Pérez participó también en ese complot a pesar de no saberlo en su momento Rómulo Gallegos, ¿Por qué razones estaba Carlos Andrés Pérez entre los dirigentes que actuaban con Leoni, Betancourt, Gonzalo Barrios y usted?
—De la conspiración solo sabíamos nosotros cuatro, y aparte de nosotros cuatro, estarían Luis Augusto Dubuc, Antonio Léidenz, Alejandro Ávila Chacín, Luis Lander, Alberto López Gallegos, quien por cierto fue alumno de Rómulo Gallegos en el Liceo Caracas, y finalmente Edmundo Fernández, un líder independiente y gran médico que estuvo preso durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Ni siquiera Leonardo Ruiz Pineda lo sabía, mucho menos Carlos Andrés Pérez. Es absolutamente falso. Es un invento decir que Carlos Andrés Pérez formó parte de la conspiración. Explico esto porque muchas veces las mentiras en la historia son producto de una especie de complejo de figuración de la gente, que quiere formar parte de eventos históricos que no ha protagonizado, y por eso te pido añadir la aclaratoria. Carlos Andrés Pérez es un hombre que, no sé por qué razones, ha hecho de la mentira una especie de profesión.
—Dígame otra cosa, Maestro, ¿Verdaderamente fue posible en aquel mes de octubre que los militares del complot entregaran armas a los civiles, o acaso ustedes tenían otra forma de obtener las armas?
—Inicialmente Rómulo Betancourt, Gonzalo Barrios, Raúl Leoni y yo recibimos cuatro revólveres del ejército por parte del capitán López Conde, y pasamos toda la noche en la casa de Alejandro Ávila Chacín en San José, pero en contacto con los militares que habían tomado Miraflores y La Planicie. Los militares nos pidieron, como a las ocho de la noche, que mandáramos al primer grupo de gente para armarlos y ponerlos a disposición de la revolución. Designamos entonces a Valmore Rodríguez, quien tenía la cualidad de haber estado en la academia militar West Point de los Estado Unidos, y llegar al rango de sargento del ejército norteamericano. Entonces, Valmore salió para la Planicie con un primer grupo de aproximadamente quinientos jóvenes. Seguimos mandando gente hasta completar alrededor de cuatro mil personas que fueron armadas en La Planicie. Al amanecer se sintió el bombardeo al Cuartel San Carlos por parte de la aviación, y esto fue aprovechado por el pueblo para tomarlo, y la gente entró al Cuartel, y salieron con más armas, y los pertrechos rodando por las calles. Una cosa fue verlo y otra es contarlo ahora. Todo el pueblo con armas, algunas personas llevaban dos fusiles, y los que menos llevaban cargarían un fusil y municiones y cascos y toda clase de parapetos militares que sacan del cuartel. Luego llegamos al Comando Militar de Guerra y Marina, Rómulo Betancourt, el doctor Fernández y yo. Seguimos hacia la esquina inmediata a Miraflores. Observamos que un miliciano intentó dispararle a Luis Augusto Dubuc. Yo le puse la mano al fusil para desviarlo y saqué mi revolver y se lo coloqué en el pecho al miliciano y le dije: «No dispare, este señor es Luis Augusto Dubuc, miembro de la directiva de Acción Democrática y partidario de la revolución». El miliciano bajó su fusil y salimos para nuestro escondite, y cerca de la Esquina de Cuartel Viejo otro miliciano armado intentó disparar contra Edmundo Fernández. Tuvimos que hacer la misma operación con él, y así seguimos. El Presidente Medina Angarita se rindió. Fue depuesto y tomado el Cuartel Ambrosio Plaza. Ya estaban controlados todos los cuarteles de Caracas y decidimos irnos a medianoche a Miraflores para constituir la Junta Revolucionaria de Gobierno.
—¿Y cómo quedó originalmente conformada esa Junta Revolucionaria de Gobierno?
—Estaba compuesta por cuatro miembros de Acción Democrática para cumplir nuestro compromiso, dos miembros del ejército y un civil independiente que era el doctor Fernández. Una Junta compuesta de siete miembros en la forma siguiente: Presidente Rómulo Betancourt, y le acompañamos Gonzalo Barrios, Raúl Leoni y yo, que cumpliría funciones de Secretario de la Presidencia del país. Luego los dos militares que serían el mayor Delgado Chalbaud y el capitán Mario Vargas, y como ya te dije, un civil independiente que era el doctor Edmundo Fernández. Marcos Pérez Jiménez no se mostró de acuerdo con el modelo de conformación de la Junta, porque él no figuraba. Delgado Chalbaud, que había sido nombrado Ministro de Guerra y Marina, lo tomó del brazo y le propuso que se fuera con él al Ministerio para ocupar el cargo de Jefe del Estado Mayor General. A partir de allí, empezamos a preparar el Gabinete y se pone en marcha la convocatoria para una Asamblea Nacional Constituyente, fijando como fecha de elecciones de sus representantes el 27 de octubre de 1946. Ya el 17 de diciembre de ese año, se instalan los debates para sancionar definitivamente una nueva Constitución el 5 de julio de 1947. Por primera vez, desde 1811, el país cuenta con una Constitución que concede el voto universal, directo y secreto a todos los venezolanos, hombres y mujeres de cualquier índole social. Lo que sigue ya lo sabemos bien. Ha quedado escrito. Se convocan las elecciones presidenciales ese mismo año de 1947. Solo hubo un 5% de abstención, y en el mes de diciembre se contaron 871.764 votos de venezolanos libres que eligen como Presidente de la República, ahora sí, al Comandante en Jefe de la Literatura Nacional, Don Rómulo Gallegos, quien debía gobernar en el país hasta abril de 1952. Los escrutinios indicaron que la cifra de votos obtenidos por Gallegos representaría casi un 75% del número total de electores. Las restantes tarjetas electorales se distribuyeron entre los candidatos del Partido Socialcristiano COPEI, Rafael Caldera, y del Partido Comunista de Venezuela, Gustavo Machado. Fue corta la campaña electoral de Rómulo Gallegos y se inició en Apure, la tierra legendaria de Doña Bárbara, culminando en Charallave, el pueblo de su amada Teotiste Arocha Egui. La gente pronunciaba la misma consigna triunfal:
«De Norte a Sur
de Oriente a Occidente
Rómulo Gallegos
será Presidente»
—Díganos algo Maestro Prieto ¿Qué significado tuvo para usted aquel mandato que se inició un 15 de febrero de 1948, cuando Rómulo Betancourt le coloca la banda presidencial al gran novelista Rómulo Gallegos, Comandante en Jefe de la Literatura Venezolana?
—Verdaderamente todos nos sentimos triunfadores. Se convertía lo irreal en real, sin imaginarnos nunca que tendríamos nuevas y desagradables sorpresas. Como debes saberlo, sus ministros fueron Gonzalo Barrios, en la Secretaría del Despacho; Eligio Anzola Anzola, en Relaciones Interiores; Andrés Eloy Blanco, en Relaciones Exteriores; Manuel Pérez Guerrero, en Hacienda; Carlos Delgado Chalbaud, en Defensa; Juan Pablo Pérez Alfonzo, en Fomento; Raúl Leoni Otero, en Trabajo; Leonardo Ruiz Pineda, en Comunicaciones; Ricardo Montilla, en Agricultura y Cría; Edmundo Fernández Márquez, en Sanidad y Asistencia Social, y yo en Educación. Lo demás está escrito. Rómulo Gallegos estuvo al servicio de un elevado ideal colectivo. No fue posible imponerle líneas de conducta política porque representaba la voluntad del pueblo. Hizo hincapié en esto al citar la frase «Cumplir el deber», para referirse a sus responsabilidades de gobernante hasta aquel 24 de noviembre de 1948, cuando escribió: «Salgo del país expulsado por las Fuerzas Armadas que se han adueñado del gobierno de la República, pero no he renunciado a la Presidencia».
Como te digo, Benito, lo demás está escrito. Uno de los ministros que te cité antes, el coronel Carlos Delgado Chalbaud, asumió la Presidencia de una Junta Militar, acompañado por Luis Llovera Páez y el mayor Marcos Pérez Jiménez. Tras el asesinado de Carlos Delgado Chalbaud, en 1950, Pérez Jiménez adquiere el máximo poder militar hasta que asume la Presidencia de la República, a los dos años siguientes. Podemos decir entonces que los andinos vuelven al poder, y vuelven con la fuerza de las armas y sus viejos métodos de tortura. Como lo sabes, Benito, el pueblo de Michelena, cercano al páramo tachirense, es el lugar de origen del dictador. Te puedo decir que viene de nuevo el destierro, un largo destierro y más cárcel. Yo sigo a La Habana, Honduras y Costa Rica, donde me dedico a la investigación y a la docencia en colegios, universidades y otras instituciones públicas. Rómulo Gallegos, después de estar preso en la Academia Militar, es obligado a abandonar el país y se asila en Cuba, donde publica su novela “La brizna de paja en el viento”. Luego vive en México, y se edita su conocida colección de ensayos y artículos “Una posición en la vida”, pero también allí fallece su amada esposa Teotiste Arocha Egui. Nos volvemos a encontrar en el año 1958 cuando es derrocado el dictador, y nosotros seguimos en la conquista de la democracia a partir de una nueva Constitución sancionada el 23 de enero de 1961.
Antes de despedirme del Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, en su casa “Anchiajena” de la urbanización Prados del Este, y sabiendo que él conoce al pueblo desde su vida interior, como muy pocos dirigentes políticos pueden hacerlo, le acerco una pregunta final.
—¿Cree usted que se haya avanzado en mejoras importantes para los venezolanos entre el tiempo de aquella Constitución del año 1947, que permite elegir con el voto popular a Rómulo Gallegos como Presidente de la República, y la actual Constitución de 1961, que surge tras el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez?
—Hay una cortina de humo porque no existe voluntad de cambio. No es posible que hoy en Venezuela no se pueda elegir libremente a los gobernadores de estado porque se dice que surgirán “caudillos regionales”. Verdaderamente hay que reformar al Estado y a la propia Constitución de 1961, pero solo será posible a consecuencia de un movimiento revolucionario. He repetido muchas veces que los hombres que manejan el poder tienen miedo de perderlo con el cambio. Es en 1947, gracias a la Revolución de Octubre, cuando por primera vez se tiene una Constitución moderna en Venezuela. El gobierno actual propone una Reforma del Estado para distraer al pueblo y evitar que se piense en la crisis de un país humillado. No se puede ser indiferente y hay que tener una conciencia limpia y un corazón al servicio del pueblo y de la humanidad. Tengo la esperanza de que ese movimiento revolucionario tarde o temprano llegará a estas tierras para señalar un nuevo rumbo en la patria que nos vio nacer. La patria sublime de Simón Bolívar.



